Casos y cosas insólitas de San Juan de los Yeras

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Con la nueva división político-administrativa implementada en el país en 1976, diversos municipios dejaron de ostentar esta categoría. De cierta manera, este reajuste en el mapa político de la nación significó la condena al olvido de estas pequeñas poblaciones que, a pesar de su historia y sus costumbres, se vieron detenidas en el tiempo. Según manifiesta el historiador Hernán M. Venegas en su libro La región en Cuba. Provincias, regiones y localidades (2007), la región histórica más que un ente natural, es concebida como el resultado de la acción transformadora del hombre sobre el espacio geográfico, de donde resulta que, si bien su base inicial y permanente es el medio geográfico, sus límites se van estableciendo como resultado de esa acción del hombre sobre dicho medio, el cual, como es conocido, en la medida que se desarrolla es menos dependiente de la naturaleza.[1] Sin que parezca todo un trabalenguas el concepto anterior, la región vista desde la historia es el espacio geográfico que el hombre ha transformado de acuerdo a sus intereses. En este sentido, la localidad histórica puede ceñirse a tal conceptualización pero en una dimensión más pequeña y con una identidad más arraigada y representativa.

En el mismo texto, el historiador Hernán M. Venegas enuncia los indicadores que definen a una región histórica determinada. Entre ellos sobresalen el medio geográfico, el tipo de economía (el más importante), las estructuras de clases, las migraciones, el problema de las etnias y la política. A estos se unen otro conjunto de índices como el urbanismo y la arquitectura; el nivel cultural y educacional; las instituciones y las vías de comunicación. Los indicadores expuestos también son ajustables a las localidades, pero siempre teniendo en cuenta sus dimensiones. No obstante, la pérdida de la condición de municipio de varias localidades y su integración a otros núcleos urbanos hicieron posible el detrimento de las costumbres y tradiciones de las mismas, el olvido de su historia y una clara acentuación del regionalismo que, ante la influencia cultural, socioeconómica y política ejercida por los espacios absorbentes, resulta lógico la proliferación de este mal como un  mecanismo de defensa para salvaguardar su autoctonía.

Una de las tantas localidades que dejaron de ser municipios en 1976, lo fue San Juan de los Yeras. Su historia se remonta hasta 1736, cuando se constituyó el primer asentamiento debido a que el cabildo de Santa Clara mercedara un espacio para el cultivo en el sitio de San Juan. Sin embargo, no fue hasta 1822 que el asentamiento alcanzó su prosperidad y puede denominársele como poblado. En 1841 alcanzó la condición de capitanía pedánea y en 1879, a raíz de la división político-administrativa al término de la Guerra de los Diez Años, fue nombrado como municipio. Desde sus inicios, las actividades económicas que predominaron en esta localidad fueron la agricultura, la ganadería y la industria azucarera; sobre este último aspecto, es válido destacar la existencia de 18 ingenios en 1851, lo que fue determinante en el desarrollo de este sector la presencia del ferrocarril proveniente de Ranchuelo. Asimismo, podemos señalar la existencia de un ingenio fuerte en el aspecto financiero y comercial que pudo asumir el proceso de centralización de la propiedad y concentración de la producción hacia la segunda mitad del siglo XIX, El Pastora, que para 1958 era el número 82 en cuanto a producción en el país.[2]

Por las condiciones montañosas de San Juan de los Yeras, el sitio constituyó un punto de gran importancia estratégica para las autoridades coloniales españolas. Es por ello que se justifica la existencia de tres estructuras militares como el Cuartel de Dragones que data de 1840, el Fortín Callejas y el cuartel del heliógrafo de la loma Cantarilla. Este último no existe en la actualidad, pero los dos primeros se conservan sin muchas modificaciones en sus estructuras constructivas. Es por ello que durante las luchas por la independencia de Cuba, la localidad fue punto de ataque por parte de los revolucionarios, entre los que sobresalieron el combate de Progreso (1895), el macheteo de La Candelaria (1896) y la toma del poblado por el brigadier Juan Bruno Zayas (1896).

No es menester de este cronista realizar una historia de San Juan de los Yeras al exponer estos datos, sino todo lo contrario. Solo deseo que dichos datos puedan aterrizar a lectores y estudiosos en algunas historias, aunque ilógicas y satíricas, que hoy forman hoy parte del acervo cultural de los sanjuaneros y dieron paso a la imaginación de novelistas y ensayistas, como Samuel Feijóo y Juan de Dios Pérez (hijos de esta localidad), para sus publicaciones, que tanto han cautivado el sentir de los cubanos. También, resulta triste reconocer que muchos de los habitantes de San Juan de los Yeras desconocen estas historias, lo cual indica que la memoria histórica de este lugar está a punto de desaparecer.

Portada del libro Anecdotario de San Juan de los Yeras (1949) de la autoría de Juan de Dios Pérez y Gervasio Pérez Ruíz, donde se encuentran muchas de las historias enunciadas.

La primera de las historias que hoy traigo a consideración parece sacada de una película de ciencia ficción, donde una posible máquina del tiempo se construyó en San Juan de los Yeras. En 1916 se produjeron en todo el país las elecciones para los cargos ejecutivos de presidente, gobernadores y alcaldes. La lucha política era sin igual entre conservadores y liberales, ya que todos querían asegurar su presencia en el poder ante el desarrollo de la Primera Guerra Mundial y el período de bonanza económica que la nación experimentaba bajo el influjo de la contienda conocido como “las vacas gordas”. A niveles municipales, también existió esa encarnizada lucha por agenciarse cargos administrativos y San Juan de los Yeras no fue una excepción. Aquí se enfrentaron, para consejeros provinciales, el conservador Donatilo Valdés y el liberal Manuel Hernández y con el fin de presentar un porcentaje elevado de electores para realizar posibles combinaciones con candidatos de otros términos, decidieron hinchar el censo con forros, por lo cual existían más votantes que habitantes. Esto representó una tarea ardua y el personal de la Junta Electoral tuvo que hacer maravillas. La enormidad de inclusiones abrió paso a la imaginación y entre los nuevos votantes se encontraban, nada menos, que Napoleón Bonaparte, Juan Tenorio, Miguel de Cervantes y Saavedra, Segismundo Moret, Víctor Hugo, Porfirio Díaz, Emilio Castelar, Antonio Cánovas del Castillo y hasta el célebre mal recordado Valeriano Weyler y Nicolau. Un desastre sin lugar a dudas.

Otras de las historias que asombran, fue la famosa peripecia aeronáutica del capitán Ruíz y que dejó su impronta en la jerga popular sanjuanera. Este sujeto apareció en el lugar a comienzos del siglo XX y se hizo acompañar de un globo aerostático en el que la tela original había pasado a mejor vida y hacía su mejor gala de una colección de parches y remiendos. La presentación del globo fue todo un espectáculo, los habitantes se reunieron en el ya desaparecido Café El Parisién para presenciar tan arriesgado acto. La ascensión del mismo terminó a una cuadra del café, ya que el capitán Ruíz, comprendiendo que el globo debía haber sido jubilado hacía algunos años, se lanzó del mismo hacia los tejados de las casa aledañas escapando ileso milagrosamente. Por su parte, el globo no quiso que su fracaso se igualara al de su piloto, continuó volando unos kilómetros y sus restos fueron recogidos horas más tarde en la finca de Pepillo Lafont, en la afueras de San Juan de los Yeras. Lo curioso del hecho es que, a partir de este instante, cuando los sanjuaneros veían a una persona con ropas rotas o llenas de remiendos expresaban: “está peor que el globo del capitán Ruíz”. En la actualidad, solo las personas más longevas utilizan esta frase para referirse a las cosas rotas.

Otro suceso que quedó en la jerga popular sanjuanera está relacionado con la figura de Don Manuel Martínez y las historias que contaba sobre su vida. Resulta que este hombre había fundado en la localidad el Café Reina Victoria y por las noches se dedicaba a contar en este lugar las anécdotas de sus peripecias por México, Perú, Argentina, Chile y otros países latinoamericanos. Con el pasar de los años la audiencia aumentaba pues, en un poblado donde no existían eruditos ni letrados, las charlas de Don Manuel parecían aventuras radiales. Sin embargo, la propia audiencia comenzó a hacer cálculos sobre la edad del cronista sanjuanero y la cuenta no daba por ningún lado, era un Matusalén redivivo. Una noche, uno de los oyentes al culminar el relato del dueño de café expresó: “pare Don Manuel, aún no ha desembarcado en Cuba y ya tiene 150 años de edad”. Esta expresión significó el fin de las sui generis aventuras y en el habla de San Juan de los Yeras se generalizó la expresión: “tiene más años que Don Manuel” y se desechó la comúnmente utilizada en todo el país que aludía a Matusalén.

Por último, aunque existen mil y una historias más, sobresale el vaticinio, con una frase nada elocuente, del fracaso de la primera vía férrea de San Juan de los Yeras a Mataguá. Resulta que a principios del siglo XX llegó al territorio sanjuanero un grupo de ingenieros norteamericanos para la ampliación del ramal ferroviario a Mataguá. Bernardo Calleja, un personaje pintoresco de la localidad, les expresó a los técnicos la imposibilidad de tal construcción debido a la proliferación de lomas, curvas cerradas y otras desigualdades de la topografía. Los ingenieros hicieron caso omiso a estas consideraciones y se burlaron de Bernardo Calleja por su bajo nivel escolar y este, ante tales infortunios, manifestó: “yo saco seis locos de Mazorra y hacen un estudio mejor que este que están haciendo ustedes”. Ni las palabras previsoras, ni los vocablos adicionales hicieron su efecto y la línea sería construida. Sin embargo, la construcción fue un total desastre debido a los bajos niveles de carga de las locomotoras que por allí circulaban y los constantes descarrilamientos. Con el paso de los años, la vía férrea fue deshabilitada y los vecinos del lugar no acusan, en su imaginario colectivo, a las condiciones geográficas del terreno como la culpable de aquella obra de ingeniería, sino a los seis locos de Bernardo Calleja.

Lejos de que parezca una mera exposición de anécdotas y dicharachos sanjuaneros, como los calificara Samuel Feijóo, hoy la historia de nuestro país posee una enorme deuda con las historias locales, las cuales constituyen la base fundamental para la construcción de esa historia general que hoy conocemos. Por suerte, existieron hombres que, sin poseer una formación como historiadores, hicieron posible una excelente recopilación de todas estas fenomenales historias que hoy forman parte de nuestra identidad e idiosincrasia.


[1]Venegas Delgado, Hernán M. La región en Cuba. Provincias, regiones y localidades. Editorial Félix Varela. La Habana, Cuba 2007. p. 29.

[2]Jiménez Soler, Guillermo. Las empresas de Cuba 1958. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, Cuba 2014. p. 173.

Centro docente: Universidad de Cienfuegos.

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Dariel Alba Bermúdez

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC)

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