¿“Cascabel” a los precios?

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No ha existido en los últimos años un período en el que se haya hablado más de los precios, y aunque el asunto se ha abordado ─este periódico así lo evidencia─ nunca fue de tal manera, ni con tanta intensidad.

Son muchas las aristas que influyen sobre un asunto de elevada trascendencia social, cuya culpa, al parecer, no la tenía nadie, como afirma una popular canción del Dúo Buena Fe.

He planteado en diferentes materiales periodísticos la necesidad de que las autoridades, principalmente las del Ministerio de Finanzas y Precios (MFP) en todas sus estructuras, como organismo rector, asumieran con más intensidad el papel que les corresponde para situar los importes en su justo lugar y, como mínimo, toparlos y detener así el galope desenfrenado que los ha caracterizado durante años, sin excluir siquiera el sector estatal.

Y ahora se trata de “poner definitivamente el cascabel”, con el propósito esencial de afrontar a tiempo la malsana tendencia “cubanoide” de agarrarse hasta de un hierro caliente para ingresar más, para ganar más y aumentar la bolsa a costa de quienes inexorablemente, tienen que comprar o utilizar algún servicio.

Se han habilitado números telefónicos y direcciones de correos electrónicos para formular denuncias, y eso es bueno, pero no resulta suficiente. Hay que abandonar las oficinas y salir a las calles; visitar los mercados agropecuarios y otros sitios; observar las operaciones de venta; comprobar las balanzas, y estar alertas para evitar que los vendedores “corran por tercera”, violen los precios y se aprovechen aún más de las necesidades de la población.

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El “puntillazo” lo dio el aumento del salario en el sector presupuestado, como parte de medidas para favorecer la economía del país. Si el freno no se sigue poniendo a tiempo, se “desboca el tren” y después no hay quien lo detenga.

Y ojo con las marañas. Ayer me contó un vecino que fue a comprar unos plátanos al llamado mercado de oferta y demanda (correlación financiera “maldita” en tiempos de crisis, a mi modo de ver) y en un sitio bien visible estaba colocada la tablilla con los precios establecidos oficialmente. Al llegar al mostrador observó la mala calidad de los que vendían. “¿No los hay mejores?”, preguntó. Y el vendedor le respondió bajito: “Sí, mi viejo, pero cuestan más. Usted me deja su jabita y yo se los llevo allá fuera”. El precio por la “gestión” y el “favor” aumentaba en cinco pesos.

Con seguridad ocurren otros hechos similares o parecidos, porque los “vivos” no se dan por vencido, y entre más tienen, más quieren.

Sabia la exhortación de Miguel Díaz-Canel Bermúdez a “actuar con inteligencia, capacidad de análisis, decencia y vergüenza”. Y me detengo en esas dos últimas palabras.

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Vergüenza les falta a algunos vendedores (intermediarios entre el productor y el consumidor), que dejaron de asistir a las ferias populares porque toparon los precios. También a los que violan los importes topados en tarimas o carretillas. Como se ha dicho, ellos y sus familiares también disfrutan de las bondades de la Revolución, como la enseñanza y la atención sanitaria gratuitas. Por lo tanto, son también ingratos y malagradecidos.

Entonces, sobran razones para “ponerle definitivamente el cascabel” a los precios y que “suenen” para que las violaciones sean detectadas y afrontadas. Pero no puede ser una mera campaña circunstancial. Recordemos que a los cubanos nos falta casi siempre “fijador” y las decisiones y medidas se pierden en el tiempo, porque le van quitando el pie al acelerador.

Y si se afronta el asunto, para bien de la mayoría, las acciones y medidas tienen que perdurar. Los precios no pueden seguir siendo un lastre demasiado pesado para la abnegada sociedad cubana.

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Ramón Barreras Ferrán

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos.

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