Camilo: refulgen los fuegos de su nombre

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La foto de Camilo en el Primer Congreso Campesino, en las cercanías de la cascada del Nicho se nos ocurre premonitoria, asociación de su imagen con la inmensidad acuosa, precedente de su fulgor en dos símbolos conspicuos de nuestra geografía: mar y montañas.

Fue el ocho de octubre de 1959, cuando el emisario de las tareas difíciles, Fidel encomendó supervisar el  “Primer Congreso Campesino” en la zona de El Nicho, auspiciado por el Segundo Frente Nacional del Escambray, a la postre devenido maniobra de oportunistas.

Y allí estuvo el discurso del héroe, sus vibrantes palabras a favor de Fidel y quedó en la instantánea, que perpetúa su presencia en Cienfuegos, durante aquel 1959 impetuoso y promisorio.

La historia escogió octubre para hacerlo eterno. Su intrepidez fue el pasaporte a la gloria, a Camilo no le importaba el peligro, por eso en una tempestad  cayó como semilla, fue una burla a la muerte no tener cruz, ni osario.

En el abnegado esfuerzo renovador de las ideas que defendió vive su renuevo continuo e inmortal. Hoy es brisa, piedra, sombra, existe en cada corriente de agua que recuerde el fluir de la vida, es primavera en el océano.

Las flores en el regazo del mar no lo sepultan.  Refulge como efigie en la cascada del Nicho, en el corazón del Escambray y en Cuba toda, su sonrisa cabalga espumas cuando en un milagro, el aire amanece perfumado y surca el horizonte el tropel de corolas.

Al millón de pétalos sembrados en oleajes, los ilumina la aurora que exhala de sus llamas, porque toda el agua del cielo y de la tierra no pudieron apagar los fuegos de su nombre.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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