Camilo, el héroe que entre flores navega por la historia

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Las flores que cada 28 de octubre cubren el velo de nuestra bahía, nos recuerdan la existencia de un hombre que ni siquiera el mar, en lo más hondo de sus profundidades, puede borrar de las memorias. Son la expresión noble y apesadumbrada del pueblo ante la repentina pérdida de aquella sonrisa que terminó disipándose entre las olas y el salitre.

Las flores que cada 28 de octubre ceden nuestros jardines, nos remiten a la pasión que prendió en los cubanos su figura: siempre jaranero y risueño, lleno de fuerza y luz en las ideas que defendió hasta el momento de la desaparición física. Dos días antes, en una concentración multitudinaria en el antiguo Palacio Presidencial, fueron escuchadas las últimas palabras del joven barbudo.

“…no piensen los enemigos de la Revolución que nos vamos a detener; que no piensen los enemigos de la Revolución que este pueblo se va a detener; que no piensen los que envían los aviones, que no piensen aquellos que tripulan los aviones que vamos a postrarnos de rodillas y que vamos a inclinar nuestras frentes”.

Las flores que cada 28 de octubre posan para las fotos de prensa, nos devuelven el afecto popular que un hombre de origen humilde desató en el alma de la gente. Las “mil anécdotas” contadas bajo el sombrero alón, hablan de su cercanía a los niños, a los campesinos; de su lealtad al Che y Fidel; de su reverencia solemne al más universal de los cubanos, Martí.

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Es particularmente hermoso el relato que narró el propio Comandante en Jefe sobre el día que fueron al lugar donde murió el Apóstol y aquel muchacho, apenas salido de la adolescencia, reclamó un minuto de silencio como tributo a los caídos por la independencia de Cuba, dos descargas de fusilería, un ramo de rosas y la bandera, aunque luego los enemigos ametrallasen el gesto.

Las flores que cada 28 de octubre arrojan nuestras manos desde el muro del malecón, nos evocan ese paso fulgurante suyo que describió el Indio Naborí.

Tenía apenas 27 años cuando así, de la nada, se deshizo en un vuelo que cambió de imprevisto el rumbo hacia la inmortalidad. Las flores que navegan por el mar tras la acostumbrada jornada de homenaje, revelan su destino de héroe: surcar el intenso oleaje de la historia.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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