Cal y arena conforman una escuela

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La Televisión Cubana transmitió recientemente un documental sobre el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Vladimir Ilich Lenin, debido a la celebración de los 44 años de su fundación. Los alumnos hablaban de las maravillas de la convivencia, las experiencias inolvidables y los muy buenos profesores que encontraron en el camino. Otros, ya egresados —Adrián Berazaín, entre ellos—, aseguraban que dicha institución los había formado como adultos y preparado para la vida. Además, se entrevistaron maestros que alegaban sentirse satisfechos por el alto nivel intelectual que generalmente caracteriza a sus pupilos.

No solo en La Habana existen Vocacionales, ni jóvenes becados que se alegran de estudiar en el IPVCE, ni egresados que jamás olvidarán aquella época de risas, meriendas, desvelos, limpieza de pasillos, romances y amigos. Todas reciben niños y gradúan hombres y mujeres, cuentan con un claustro magnífico que entrega el mayor índice de aprobados a la Educación Superior, recogen un sinnúmero de historias juveniles que quedaran para la vida e inculcan los más altos valores a los estudiantes que pasan por sus aulas. Por solo citar un ejemplo, aquí mismo, en nuestra provincia, está la Carlos Roloff, asentada en una lomita cumanayagüense.

Pero si vamos a hablar de los IPVCE, hablemos de todo, tanto del impacto favorable que tiene en nuestra sociedad el contar con escuelas de este tipo como de los problemas y las inestables condiciones que enfrentan los becados.

La profunda crisis económica de los años 90 y la reactivación de los Institutos Preuniversitarios Urbanos (IPU) devinieron istmo generacional entre nuestros padres, quienes se marchaban del hogar casi niños, y nosotros, los pinos nuevos, quienes preferimos el estilo sedentario al nómada.

“La calidad de la alimentación era tan precaria como la del resto del país, las edificaciones se deterioraban sin posibilidad de mantenimiento, mientras la transportación de cientos de miles de estudiantes, que implicaba mantener activa una enorme flota de autobuses y dedicar una gran cantidad de combustible, pesaba cada vez más sobre una economía que apenas tenía para sostenerse”, recuerda Javier Gómez, periodista y codirector del serial televisivo LCB: La otra guerra, en un artículo publicado en el blog La pupila insomne.

Ejemplo de ello lo muestra la propia “Lenin”. Con una matrícula de aproximadamente 4 mil 500 estudiantes, ahora cuenta con unos mil 300 o poco más y, de seis unidades, solo dos se encuentran en uso. Las cuatro restantes serán transferidas a otro organismo, tema que desató polémicas en las redes sociales y en diferentes medios cubanos.

Cada año, la beca llama menos la atención a los jóvenes. Aquellos pocos que se atreven a correr el riesgo de vivir la aventura de la lejanía, después de tres cursos de literas, taquillas y albergues, se dan cuenta que preferir el hogar no es una decisión completamente errónea.
Algunos comentan que las Vocacionales han quedado relegadas a un segundo o tercer plano, que se alejan de su objetivo principal porque muchos estudiantes egresados de ellas han dejado de optar por carreras de ciencias exactas. Estos elementos, aunque para “algunos” resulten evidentes, quedan en la subjetividad. Sin embargo, lo verdaderamente loable —e indiscutible— en el asunto reside en que estos planteles educacionales han seguido graduando a miles con el mismo rigor de estudio que siempre los ha caracterizado, pese a que las condiciones ya no son las mismas de antes.

*Estudiante de Periodismo.

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Miguel Ángel Castiñeira García

Estudiante de Periodismo de la UCLV

5 Comentarios en “Cal y arena conforman una escuela

  • el 29 abril, 2018 a las 5:14 pm
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    Mi nombre es Carla y curso el 11no grado en el IPVCE “Carlos Roloff”. Coincido con el periodista en que cada vez las Vocacionales llaman menos la atención a los jóvenes que terminan el noveno grado, pero no podemos echarle toda la culpa a las difíciles condiciones de la vida en la beca. Muchas veces es la falta de información, la “mala fama” que le dan a la vida en la beca personas que nunca han estado en una e incluso la resistencia de los padres a que sus hijos pasen “un poco de trabajo” lo que hace que muchos jóvenes desistan de esta opción o que ni siquiera la tomen en consideración. Desde que comencé el séptimo grado siempre dije que quería estudiar en el IPVCE, puesto que mi madre había estudiado allí, pero en más de una ocasión estuve a punto de desistir por las razones antes expuestas. No fue hasta que llegué a la escuela que realmente pude observar las condiciones de vida en una beca, cuánto de lo que me dijeron era verdad y cuánto era mentira y así crear mi propia opinión. Es verdad que es difícil pero no imposible. Los beneficios compensan las dificultades. La preparación, el rigor en el estudio y la vida lejos de las comodidades del hogar te hacen crecer como estudiante y como persona. Una vez que sales de ahí estás preparado para cualquier circunstancia que se presente en la vida. La convivencia al principio puede ser difícil y la comida, los problemas con el agua y muchas veces la falta de sueño no lo hacen mas fácil, pero una vez te acostumbras a ello te das cuenta de que elegiste la opción correcta. Los amigos, los amores, los profesores y las lecciones que se aprenden son para toda la vida.
    Me gustaría que se divulgara más información sobre la escuela -información real-, que se realizaran más puertas abiertas y se mostraran datos reales sobre la escuela como el nivel de ingreso a la educación superior (casi del 100%). La preparación que se recibe allí no se compara con nada y esta hace la vida universitaria, ya sea becada o no, mas fácil porque te acostumbras al rigor y te creas el hábito de estudio.

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  • el 22 febrero, 2018 a las 1:13 pm
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    Migue. Por aquí Juan Carlos el papá de Jorge carlos.Discúlpame utilizar tu espacio para dejar esa nota fuera de tono. Pero en medio de tanta turbulencia de palabras no te imaginé. Ahora leo tu buen comentario. Me alegro mucho que hayas incursionado con trabajos de tan buena calidad.Ojalá muchos lo lean. Escogí el artículo al azar. No imaginé nunca que fuera tuyo, hasta que al final, entre tanto enredo gráfico te pude identificar, bueno, mas bien por tu nombre y apellidos.
    saludos a tu tropa. Les quiero

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  • el 22 febrero, 2018 a las 12:58 pm
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    Compañeros, aprovecho este artículo, no para tratar algo sobre el tema expuesto si no, utilizarlo para mostrar mi inconformidad. Desde hace tiempo queria pronunciarme pero no lo había hecho:¿Podrían explicarme, por qué resulta tan difícil leer este periódico? Las letras se superponen y no tengo manera de leerlo. Es el unico con este formato.No tengo formas a menos que me den alguna instrucción especial. Por favor, háganlo más sencillo para que podamos tener acceso¡¡¡¡¡IMPOSIBLE LEER!!!!.
    espero su respuesta

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    • el 22 febrero, 2018 a las 3:14 pm
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      JuanK es la primera persona que no puede leer bien el sitio. No entiendo por qué. Le recomiendo revise la versión de su navegador y de ser posible actualícelo a la versión más reciente. También hágalo con los diferentes pluggins que utiliza el navegador para visualizar las páginas webs. No es problema nuestro que no pueda acceder bien al sitio. Le repito, es la única persona que comenta sobre el particular. No obstante, gracias por llegar y comentar. Todos los comentarios son valiosos para mejorar nuestra ublicación. De persistir el problema, inténtelo desde otro navegador. Y si no logra resolverlo contacte a su proveedor de internet. Saludos desde Cienfuegos!!!

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  • el 17 febrero, 2018 a las 12:45 pm
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    Concuerdo con Miguel Ángel, autor de este comentario, estudiante de Periodismo ahora y egresado de la “Carlos Roloff”, que se escribe indistintamente el apellido, con una y dos F. Pero no solo resulta una experiencia positiva para los estudiantes, también lo es para sus padres, y orgullosamente me cuento entre ellos. Los muchachos salidos de las Escuelas Vocacionales son un clan que rinde culto a la amistad, la solidaridad y el estudio, egresan muy bien preparados por un claustro docente de excelencia, que coincidentemente muchos fueron mis profesores en el Preuniversitario; aunque como en toda escuelas becadas existan sus “cosillas”, porque perfectas no son, sí perfectibles. Los mejores momentos de conversación con mi hija resultaron de aquellos domingos de “visita” a la escuela, cuando tendía un mantón y almorzábamos juntas, una comidita rica que llevaba en un termo y éramos sólo ella y yo, debajo de un árbol. Fue un gran sacrificio, pagar un transporte, aprovechar otro, “coger una botella” con otros padres; gastar mucho en chucherías… pero ahora extraño aquellos momentos, aquel sistema de aviso que teníamos y se activaba cuando un padre se llegaba hasta la “Rolof” una tarde cualquiera y podíamos enviar un pozuelo con comida, bocadito, refresco y hasta una pizza. No me pesa, para nada, el tiempo y los recursos empleados, porque a la postre valió la pena. Estas escuelas no pueden morir, es preciso continuar “edificándolas”, y que asistan los que estén dispuestos al sacrificio, de ahí salen los valientes. Buen trabajo Migue, nadie mejor que tú para contar esta historia

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