Bloqueo económico: se dispara el Riesgo País

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Varias agencias se encargan de otorgar calificaciones a los países del orbe, en base al riesgo que supone para empresarios, privados o estatales, concretar en ellos una inversión. Una de ellas, Moody’s Investor Service, “es la única que califica a Cuba y ofrece una categoría de Caa-2”, según plantea el prestigioso economista cubano José Luis Rodríguez, investigador del Centro de Estudios de la Economía Mundial.

El exministro de Economía y Planificación (1995-2009) ayuda a decodificar esa mixtura —aparentemente común e insignificante— de letras, símbolos y números al advertir que “mientras la letra A ofrece seguridad casi total y la B califica a naciones con algún problema, la C representa a los de gran riesgo”.

De más está decir que Moody’s… nos sitúa en el sitio más difícil de sus cálculos, y el prestigioso economista deduce al bloqueo como la razón de mayor peso para exhibir la letra C.

No resulta difícil entonces concluir que, en el terreno de la inversión extranjera y en general de las relaciones con el sector externo, la hostil política aplicada a nuestro archipiélago desde principios de la Revolución, se torna muro difícil de saltar para concretar dinámicas comerciales.

“Quien viene a invertir en Cuba debe asumir que lo hace en un lugar riesgoso desde el punto de vista económico, pues no puede usar el dólar en sus operaciones y encuentra oposición por parte de Estados Unidos. Por lo tanto, nuestra nación debe negociar con inversionistas extranjeros que normalmente reclaman que se les pague ese riesgo”, comenta Rodríguez.

El extitular de economía y planificación rememora ejemplos concretos de negocios concertados en la década de los 90 sobre los peliagudos pilares del bloqueo, y los costos para Cuba.

“Por ejemplo, en el caso del níquel, atrajimos inversionistas extranjeros como la compañía canadiense Sherrit. Sin embargo, la dirección de la empresa resultó sancionada, sus integrantes no podían viajar a Estados Unidos, los hijos tenían prohibido estudiar en universidades norteamericanas y otro conjunto de penalizaciones”, recuerda.

“No obstante, invirtieron en Cuba, pero nos cobraban el riesgo en los intereses de préstamos y en otra serie de aspectos. El país debió asumir eso porque eran las personas que habían puesto capital para elevar la producción de níquel. La planta Pedro Soto Alba, incorporada al esquema de asociación con inversión extranjera, tenía una capacidad productiva de 30 mil toneladas y los canadienses la llevaron a 36 mil”.

La instauración de la cadena española Meliá resalta igualmente entre los más tangibles ejemplos de la aplicación del bloqueo económico y comercial a corporaciones en negocios con Cuba: “Meliá para estar aquí renunció a sus negocios de Estados Unidos”, dice al respecto el reconocido especialista cubano José Luis Rodríguez.

De los años 90 hasta hoy, cambió el marco legal cubano relativo a la inversión extranjera, pero no el contexto de cerco económico, difícil para atraer capital y materializar aquí necesarias inversiones. Da fe de ello Rogelio Roque Cruz, funcionario de la delegación centro oeste del Ministerio de Comercio Exterior, radicada en Cienfuegos, a partir de una vivencia personal.

“Durante la 34 Feria Internacional de La Habana conocí a cubanos-norteamericanos deseosos de instalarse en la Zona Especial de Desarrollo Mariel, para construir tractores de pequeña y mediana potencia, de 25 caballos de fuerza. Incluso planteaban que los suministradores cubanos construyeran los implementos; sin embargo, las autoridades competentes en Estados Unidos denegaron la licencia”.

Difícil cierre de negocios con capital foráneo, transacciones bancarias hacia Cuba obstaculizadas por temor a penalizaciones, barcos que no pueden tocar puertos nacionales, tasas de interés aumentadas debido al riesgo país y muchos otros dardos apuntan a un blanco único, rotulado desde hace más de medio siglo con la criminal tipografía del bloqueo.

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