Benny Moré, ese recuerdo detenido en el Paseo del Prado

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La estatua de Benny Moré es en Cienfuegos lo que El Capitolio en La Habana. Tanto para nativos y visitantes, tomarse una foto junto a la réplica en bronce de El Bárbaro del Ritmo, evidencia para unos de dónde somos y guarda para otros su paso por la ciudad que más le gustó al hijo de Virginia y Silvestre, el mayor de 18 hermanos nacidos en Santa Isabel de Las Lajas.

Fue el escultor santiaguero José Villa Soberón quien inmortalizó, en el Paseo del Prado de la Perla del Sur, esa representación ante la que resulta imposible seguir de largo, sin hacerle un guiño, tirarle el brazo por encima del hombro, obsequiarle girasoles, o simplemente asegurarnos de que continúa ahí, galante e inmarcesible en la memoria de su pueblo.

Develada en noviembre de 2004, la escultura está concebida al tamaño natural del legendario músico —un metro y 82 centímetros— y recrea, a detalle, cada uno de esos atributos que lo convirtieron en el ídolo de muchos: desde los zapatos a dos tonos, el sombrero alón, el pantalón holgado, el saco, la corbata y el mítico bastón que lo acompañaba en sus presentaciones, para rematar así una indumentaria extravagante que le robó el aire a más de una mujer al pie del escenario.

Si catorce años atrás la esquina de San Fernando y Prado solo era el cruce obligado para adentrarnos en los comercios del Bulevar, transitarla ahora pierde sentido sin rendirle reverencia a uno de los genios de la música popular cubana; el niño que creció entre tambores allá en el barrio lajero de La Guinea, tocando y bailando la makuta; el mismo que compuso su primera canción —Desdichado— cuando la acné le brotaba en la cara; el esposo de una enfermera llamada Margarita; el autor y cantor de innumerables boleros, fundidos también en el bronce de su estatua.

El hombre detenido en el Paseo más largo de Cuba, nos recuerda que está ahí porque aún, a 55 años de su muerte, la humildad, el carisma y la cubanía que esparció sobre las tarimas junto a su Banda Gigante, nutren el espíritu e imaginario de quienes lo conocieron o bailaron en uno de sus conciertos, o de aquellos que, sin conocerlo, sin escucharlo incluso, entendemos que hay seres, como él, venidos al mundo para deleite y gracia de nosotros, el resto.

Este 24 de agosto, Bartolomé Maximiliano Moré cumple 99 años y todavía habrá quien se pregunte “cómo fue” que aquel febrero de 1963 le arrebató la vida en La Habana. Y habrá quien responda: “no sé decirte”. Persistirán los ofuscados por el misterio de cómo un hombre tan simple, descendiente de esclavos y analfabeto musical, compuso entonces las mejores canciones de una época. Este 24 de agosto, Bartolomé Maximiliano Moré cumple 99 años y todavía, al pasar ante su escultura, habrá quien no se conforme con el recuerdo en metálico de su irrepetible existencia.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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