Bahía de Jagua: espejo de los cienfuegueros

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Las aguas, ya sea en un estanque, un río o una bahía, como regla general, reflejan o dejan pasar la luz del sol cuando estas presentan un estado puro y translúcido. Pero cuando no poseen estas características, lejos de ser un espejo natural, refractan no solo la inmundicia que flota o se hunde desde la superficie, sino la que habita en aquellos seres que la producen o permiten que suceda.

Solo una ojeada a las costas de la Bahía de Jagua cienfueguera y el transeúnte de conciencia ecológica, sentirá una vergüenza mezclada con ira.

Muchos lectores nuestros recordarán el trabajo de la colega Ismary Barcia en 2017 referido a la presencia de microplásticos en la zona, donde angustiosamente afirmaba la investigadora protagonista del reportaje: “Ya sabemos que existen microplásticos en la bahía, en el agua, en los sedimentos y en organismos; y queremos saber cuáles son las que abundan, cuáles son sus fuentes, caracterizarlas (…)

“El océano está lleno de plástico, revelan las más recientes investigaciones. Existen en el mundo, islas de plásticos, y si no sembramos esa conciencia de reciclar, y disminuir el uso de esos productos, veo con preocupación que esa gran contaminación llegue a Cienfuegos”.

Pero no solo la presencia de este material –que de manera natural demora entre 500 a mil años en descomponerse– sino también otros elementos como los aluminios y los vidrios. En el caso de los dos últimos, van a parar al suelo del mar con extrema facilidad y se vuelve más engorroso realizar una investigación sobre sus niveles de acumulación en el fondo marino.

Basta con una caminata por el malecón de esta ciudad, a pleno sol: brilla en su lento peregrinar acuático desde la punta del centro recreativo Los Pinitos hasta el Muelle Real, otro mar de botellas de cerveza. Pareciera como si agonizaran en un vaivén constante, pero antes de fenecer por completo lanzan un destello final a sus compradores, que, irritados con el ecosistema, las arrojaron a 100 por hora sobre las aguas.

Tanto en la arena como en la superficie de la bahía, la botella de cerveza Cristal que parece expirar ante nuestros ojos, no “morirá” hasta dentro de 4 mil años de forma natural. Decenas de generaciones humanas la verán y cientos de gaviotas o pelícanos –confundidos– chocarán con ella.

Sí, el vidrio es el más longevo de los materiales creados por el hombre, que permanecerá milenios en la naturaleza, si no es intervenido en un proceso oportuno de reaprovechamiento.

Reciclando este componente, evitamos por un lado, la extracción de nuevas materias primas, y por el otro, ahorramos también energía.

Esos 4 mil años de vida fragmentando al “espejo de los cienfuegueros” pueden ser convertidos en 4 mil nuevos envases, y evitar con la elaboración de otros productos industriales las emisiones de CO2 a la atmósfera.

Su bahía habla por sí sola e infla a los cienfuegueros con un orgullo de ciudad limpia que ya no se posee. Y el reflejo cuarteado está allí, en el oscilar constante y en “ciertos destellos” en el mar que los ampara.

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Delvis Toledo De la Cruz

Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en 2016.

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