Una argamasa de papel mojado

Cuando murió Cary, los tres hijos del anterior matrimonio se disputaron su tenencia. Andrés García Suárez cumplía entonces unos 80 años de lucidez. Una lucidez que amenazaba con desmoronarse: la mujer de su vida, aquella dama del lunar en la mejilla que aparece en las fotografías del sitial histórico-romántico de su pared —una mujer inteligente, de maneras tranquilas pero “de una fuerza de carácter extraordinaria”, quien lo acompañó por más de 20 años, los mejores de su vida, sin discusión—, había perdido la batalla contra el cáncer.

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