‘Ataques sónicos’ contra diplomáticos: un problema del ‘alma’, no del ‘arma’

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Quizá no sea ya necesario hacer más diagnósticos sobre el fenómeno de los presuntos ‘ataques sónicos’ sufridos por el personal diplomático de EE.UU. en Cuba, opina el sociólogo neozelandés Robert Bartholomew y el neurólogo estadounidense Robert Baloh, que relacionan en un artículo los síntomas consignados por las ‘víctimas’ con un cuadro clínico típico del síndrome de estrés postraumático, que, en este caso concreto, podría ser atribuido a “la continuación de la Guerra Fría”.

Los supuestos ‘ataques’, que llegaron por primera vez a oídos Washington a finales del 2016, afectaban a un número creciente de personas, incluidos algunos diplomáticos canadienses. En ese momento, las especulaciones se centraron en el uso de un arma acústica desconocida. Sobre la base de esta sospecha, EE.UU. expulsó a dos diplomáticos cubanos en agosto de 2017 y un mes después redujo el personal de su embajada en La Habana.

El presidente de EE.UU., Donald Trump, fue más allá y responsabilizó al Gobierno cubano de la enfermedad inexplicable que padecían los norteamericanos y atribuyó lo sucedido a “un ataque muy inusual”. Cuba rechazó aquellas afirmaciones como “ciencia ficción”.

El sociólogo Bartholomew recurrió a otra clase de literatura, la histórica, y encontró allí una serie de “episodios de enfermedad psicogénica masiva” inducidos por olores extraños, nuevas experiencias auditivas (como una armónica escuchada por primera vez) o accidentes ferroviarios con múltiples afectados. Incluso la reciente instalación de parques eólicos generó numerosas quejas de personas que decían sentirse mal, recuerdan los científicos en su artículo, publicado este jueves en Journal of the Royal Society of Medicine.

Los mismos síntomas que hace 100 años

Los síntomas asociados con el ‘síndrome de La Habana’, similares a los de una conmoción cerebral, guardan semejanza con los de la neurosis postraumática, conocida también como neurosis de guerra, y puede haber sido causada por un “trauma emocional y miedo”, estiman los autores. En otras circunstancias podría haberse tratado como un “trauma de guerra”.

“Un rasgo típico de los síndromes de combate durante el siglo pasado era la aparición de una variedad de quejas neurológicas provenientes de un sistema nervioso sobreestimulado que solía diagnosticarse erróneamente como conmociones cerebrales y daño cerebral”, recoge un comunicado de la casa editorial.

Precisamente, la mención de “síntomas semejantes a una conmoción cerebral” hizo pensar a los autores en una clase de neurosis para explicar el caso cubano. En este sentido, afirman que la aparición de estas descripciones “prácticamente idénticas” en el cuadro clínico desconcertó a los médicos, tanto de hoy como de hace 100 años, “hasta que una revisión más cuidadosa de los datos determinó que lo que estaban viendo era una epidemia de una enfermedad psicógena”.

Combate de evidencias

Bartholomew y Baloh se refieren a los diplomáticos afectados como participantes en “una continuación de la Guerra Fría”, que vivían en un “país extranjero hostil donde estaban bajo vigilancia constante”. Desde finales de 2016 y ya en el 2017, el personal de La Habana “vivía en un caldero de estrés e incertidumbre, en medio de los rumores de una enigmática arma sónica”, sostienen.

“¿Qué es más probable: que los diplomáticos fueran el blanco de una nueva arma misteriosa, de la que no hay evidencia concreta, o que sufrieran síntomas psicógenos inducidos por el estrés?”, se preguntan los científicos. Sus conclusiones, que —aseguran— “se basan en la ciencia prosaica y conocida”, apuntan a este último escenario.

Según ellos, “la evidencia política y científica” de que alguien haya perpetrado un ataque contra el personal diplomático “no es concluyente”. En este sentido, los investigadores rechazan los cuatro estudios del ‘síndrome de La Habana’ realizados hasta la fecha por falta de pruebas en lo referente a la supuesta exposición a una fuente de energía o de toxinas.

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