Astérix y Obélix contra el César: pato a la francesa

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 43 segundos

Nunca antes en la historia del cine francés se había producido una operación tan fabulosa de marketing y promoción de una película como en Astérix y Obélix contra el César. Su estreno en 600 salas parisinas y de otras ciudades galas el 3 de febrero de 1999 fue apoteósico. En cada poste de Francia había pegado un cartel del filme.

La distribución se producía a la misma escala que un blockbuster hollywoodense. Y no era para menos. Los franceses buscaron una máquina del tiempo y fueron a la cortesana Versalles a pedirle dinero a algún Luis. Con los 60 millones de dólares invertidos en su realización (casi 300 de francos) su Astérix y Obélix contra el César gastó más que por ejemplo, Salvar al soldado Ryan y más o menos lo mismo que la megaaventura Impacto profundo, ambas entre las más caras en Estados Unidos más o menos por su ápoca.

No vamos a decir aquí que porque la película costó mucho vale poco, lo que resulta usual decir. Por lo contrario, es fabulosa, deleitosa y confirma que los europeos también pueden hacer superproducciones fantásticas, y mejor que los norteamericanos, porque se afincan en temas nacionales sin chovinismo, lejos todo viso imperial.

En el año 50 A.N.E una aldea de la Galia es la única en salvarse de la garra del César romano. Allí, sus héroes Astérix y Obélix toman, al igual que sus amigos, una poción mágica preparada por el  druida  Panoramix que los hace invencibles. Detritus, un funcionario romano de alto rango, roba la poción y allá van el gordo Obélix y el pequeñito Obélix a recuperarla.

Por supuesto que se trata de una recreación con humanos de los famosos  cómics, luego animados, de Uderzo y Goscinny. Claude Berry y su Renn Productions (quienes también administraron el capital de otras dos caras cintas nacionales: Manon de Soruces, 1986; y Germinal, 1993) convencieron a Albert Uderzo de incorporar a actores a la historieta. Y el realizador Claude Zidi metió de estrellas al entonces uno-dos del cine francés actual: Gérard Depardieu-Christian Clavier, junto al cómico Roberto Benigni (La vida es bella), otros buenos actores europeos -se trata de una coproducción franco-germano-italiana- y la top model Laetitia Casta, que de casta no tiene nada: eso lo dice cada plano medio por arriba de su cintura. Este elenco estuvo acompañado por mil 500 figurantes y cerca de cuatrocientos cocodrilos, leones, arañas, serpientes y elefantes.  Todo en medio de efectos especiales de primera línea.

El resultado es una película sabrosísima, festín visual  que también concita nostalgia por un género que comenzamos a ver y querer en la infancia, pero que si se maneja bien, cual es el caso, amamos de por vida. Ojalá los franceses, amén de su cine tradicional, continúen  haciendo estas películas que siguen la senda de Cyrano de Bergerac y otras pocas. Serviría mucho a ellos, y al Cine en general, para comenzar a despolarizar el sistema imperial que vive el séptimo arte, bajo la égida casi absoluta de las grandes compañías estadounidenses.

Visitas: 173

Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *