Asombro de mujer

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Entrevistar a María Antonia Cardoso es como adentrarse en un mundo real maravilloso, por la riqueza del universo en que se mueve esta auténtica mujer cubana de 63 años, para la que la vida cuenta en cada una de sus unidades de tiempo. Es la mulata criolla típica, todavía hermosa a su edad, mixtura de lo que nos dejaron los pobladores de la península Ibérica y los africanos, venidos a esta Isla. Y aún cuando el propósito de este ejercicio profesional era bien específico, el camino se bifurcó desde el comienzo.

“Yo soy una guajira de la finca Tanteo, en Rodas. Qué te voy a contar, imagínate que en mi casa vivíamos más de 20 personas, los abuelos, mis padres y 11 hermanos, yo soy la quinta hija de esa prole. Pero, a pesar de la miseria fuimos muy felices. Una familia unida, en el campo, rodeada de tanta belleza natural. A los 13 años solo había alcanzado el 4to. grado y me fui a trabajar al pueblo, a casa de los alcaldes de Rodas, Miguel Ángel Padrón y su esposa, Aurora. Allí era una especie de doméstica, ayudaba a la niñera en el cuidado de los pequeños”.

Pero el 4to. grado de Toña, como la conocen sus íntimos, era muy superior, por cuanto de su mamá, que sabía leer y escribir, heredó el “vicio” por la lectura. “Yo amaba aprender, sentí mucho dejar los estudios, pero la necesidad era apremiante, y la inestabilidad de la escuela también influyó. Eran tiempos difíciles, el dueño de la finca Tanteo, siempre muy considerado con los campesinos arrendatarios, había muerto, y los nuevos dueños querían venderla. Aquello fue un suceso de connotaciones políticas para el tranquilo pueblo de Rodas, en el que se vio envuelta mi familia”.

Así sorprendió el 1959, tiempos de cambio y Revolución nueva, a esta mujer. Y la casa de los alcaldes de Rodas era para entonces un hervidero, por todo lo que significaba esta etapa para los que estaban en el poder. Pero el suceso, como a muchos cubanos, marcó sin dudas a María Antonia y su vida dio un giro positivo de 180 grados.

“Cuando comenzó la Campaña de Alfabetización me incorporé de inmediato. Y con mi 4to. grado enseñé a muchos de la zona a leer y escribir. Me sentí muy plena, de veras, y junto a ellos yo aprendía también, a desempeñarme, ganaba en independencia… Al culminar este período continué en el seguimiento por la Educación de Adultos. Recuerdo que pasé un seminario de un mes y los profesores quedaron asombrados de mi ortografía y redacción. Sin darme cuenta me había convertido en maestra, y como la educación era una prioridad de la Revolución que nacía, estaba al centro de toda la actividad. Para el 1963 dirigía la Educación de Adultos (EA) en el municipio de Rodas”.

A partir de entonces se suceden los cursos de superación hasta llegar a la Universidad, alternados con su trabajo; transitó por la dirección de la EA desde el regional Cienfuegos, la provincia de Las Villas y para el 1976, ya licenciada en Historia y Ciencia Sociales, dirigía la actividad en la recién creada provincia sureña. Aquella intensa etapa de trabajo en la batalla porque todo el pueblo obtuviera los niveles mínimos de 6to. y 9no grados, curtieron a Toña en el oficio. Ahí se mantuvo hasta el 1994, etapa de transformaciones en la que la dirección de Educación decidió mandar a la base a los experimentados, y entonces va al Centro de Reclusión de Ariza, a enseñar allí a los que han decidido recomenzar.

“Cuando en el 1976 regreso a Cienfuegos venía casada con Felipe Bécquer, mi compañero en la vida y la profesión. Siempre que hablo de mí, debo mencionarlo, es ineludible, porque el amor nos ha ayudado a continuar siempre adelante y a tener fuerzas para enseñar, cuando se supone que estemos meciéndonos en nuestros sillones. En el 2002 decido jubilarme, pero solo resistí cinco meses apartada de la pizarra y los pupitres. A partir de entonces comencé a trabajar en la Universidad de Cienfuegos, en la Facultad de Humanidades, y ahí estoy, enseñando hasta que la capacidad intelectual me acompañe”.

Pero la vida de Toña no se ciñe solo a educar en el sentido directo de la palabra. Su destacado activismo social en el barrio donde vive la hacen un ser humano especial. Dirige desde hace 25 años el bloque de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en su edificio. Y no es una labor utópica, lo hace cómo debía ser en toda la base. Tiene creados clubes de tejido, bordado, papier maché, parche, y muchísimos más, en los que están involucradas todas las generaciones de mujeres de su comunidad. Ella está al tanto de todo cuanto tiene que ver con la vida de las féminas de su jurisdicción.

“Lo del trabajo del Fórum sobre la familia ahorradora tiene su génesis cuando se distribuyeron las ollas arroceras. Recuerdo que la FMC capacitó a las orientadoras de la base y ahí comenzó mi investigación. Luego, cuando se distribuyeron el resto de los equipos eléctricos, incluidos los refrigeradores, comencé el estudio. Monitoreé 116 viviendas de 140 con las que cuenta el edificio donde vivo, el 18 plantas No. 15 de Pastorita. El pico más alto de gasto de energía eléctrica (julio-agosto de 2006), antes de la llegada del nuevo refrigerador, era de 223 kilowatts promedio por vivienda. Ya para diciembre del propio año era de 157. Ahora, en mi vivienda en particular, el pico más alto en agosto fue de 266 kws. y en diciembre, de 103, lo que equivale a 163 kws. menos”.

Con este proyecto Toña, a sus 63 años, trascendió en el XVI Fórum de Ciencia y Técnica, y le mereció obtener tres premios: Reconocimiento de la FMC, así como Reconocimientos especiales, del Forum y a la familia más ahorradora del país. Un aval más en la rica vida de una mujer que pasa por las calles y la reconocen como la profe o la maestra de tantas generaciones, incluso de los que a través del Curso de Superación para Jóvenes llegaron de su mano a la Universidad. O de aquellos reclusos que en la prisión de Ariza comenzaron a asombrar a sus familias solicitando clásicos de la Literatura o libros de Historia.

¿Anécdotas? Qué se yo…, podría contar miles, porque mi vida ha sido un constante asombro en busca de lo nuevo, de la plenitud. Amo la independencia de la mujer, creo en su fuerza y nada me molesta tanto como la sumisión. Y aunque la Naturaleza me negó el modo de trascender a través de los hijos, lo he hecho de mil maneras por mis alumnos. ¿Un mensaje a las mujeres? Que sean ellas mismas y luchen con dignidad por una vida mejor”.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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