Artesanos y educadoras en la Fernandina de Jagua

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Desde un principio Louis D´ Clouet, fundador de Cienfuegos, insiste en ubicar en Jagua personas con “oficios útiles”. De Burdeos traslada a La Habana cuarenta y seis pasajeros; empero, solo treinta y siete llegaron hasta la colonia sureña. El resto, la mayoría artesanos, decide instalarse en la capital para encontrar trabajo en esa ciudad. El hecho trasluce una idea esencial: la villa se somete a los propósitos de fomentar la agricultura y el comercio; de modo que la comunidad pueda sobrevivir los tiempos fundacionales. Aún no hay espacio para otros menesteres y, además, existe un descontento con las arbitrariedades del fundador. En 1825 Félix Lemaur revela en su padrón que las familias extranjeras “casi han desaparecido” y confiesa que la colonia no logra cohesionar los intereses a causa de la impertinencia de su artífice. Ciertamente, sus reclamos provocaron no pocas contradicciones con el resto de los inmigrantes y hasta el propio Agustín de Santa Cruz debe acudir al Gobernador de Trinidad para resguardarse de su ira.

Este proceso se ubica justamente durante el período en que las autoridades oficiales de la Isla procuran algún intercambio directo con la metrópoli, para lo cual se habilitan puertos y nuevos embarcaderos. Siete años antes la Intendencia de Hacienda había patrocinado una investigación sobre el estatus cultural y económico de las colonias, tratando de hallar los medios que favorezcan su desarrollo. Sin embargo, las diligencias no resultaron todo cuanto se esperaba, a causa de la inopia administrativa de los españoles y que los locales se vieron obligados a improvisar en el camino.

Los primeros moradores de Fernandina de Jagua -colonos, labradores, médicos farmacéuticos y unos pocos artesanos escogidos de Burdeos y Lousiana- orientan sus esfuerzos al desarrollo de la economía y a la expansión del poblado en los alrededores de la bahía. Son las mujeres las que influyen inicialmente como educadoras, adiestrando en las artes manuales y domésticas, bordado, música y dibujo: Francisca Herrero (esposa de Bouyón), María del Carmen Álvarez, Antonia Clavero (esposa de Esteban Ruiz), Marielena Quintana, Josefa Declouet, Trinidad Macía, María Cabrera, María Castellanos, Bárbara Josefa de Junco (esposa de José Capote), Josefa Valdivié (esposa de José Hernández), etc., el grueso procedente de Camarones y Villa Clara; mientras que los artesanos: Esteban Rusó, Mr. Geversane, Mr. Bouso, Juan Derclu, Mr. Vinnat, Mr. Marmana, Mr. Savignot, Juan y Nicolás Guerín, etc., carpinteros la mayoría y sin propiedad, asumieron las decoraciones de las construcciones civiles y económicas de la novel colonia; al estilo de moda, incluida su pobreza imaginativa: cenefas con motivos simples de perfil geometrizante,  como las halladas en el antiguo barracón del Ingenio Carolina.

Entre los carpinteros que aparecen en esta primera oleada se destaca el galo Jean Baptiste Arnaud, natural de Burdeos, un inmigrante que antes de viajar a Fernandina de Jagua hizo cierto capital. Como agricultor y comerciante logra establecerse en el partido de Cartagena hacia 1820. Otros se irán sumando al fomento de la villa, entre 1819 y 1825: Agustín Verdón, francés que se hallaba radicado en Nueva Orleans antes de emigrar para Jagua; Juan Verdón, hermano de aquel, con igual periplo y localizado en la calle Santa Elena; entre 1825 y 1826: Guillermo Bousquet (Burdeos, Francia), residente en la Calle Argüelles 202, que alternaba con labores de albañilería y del comercio, Gabriel Caseaux (Burdeos), igual bombero, productor de azúcar, comerciante y administrador-propietario de negocio (fondas, billar), Pedro Petit (Burdeos), ubicado indistintamente en Calle del Carmen o Argüelles no. 202, entre Merlin y Santa Isabel, luego en Velasco 101 y San Carlos 102 (Carpintero Peyrinam), Juan Bautista Pujol (Pujols) (Poujade) (Pujade) (Pujades), oriundo de Burdeos, vecino de Calle San Fernando 125, más tarde de Santa Cruz 58, Santa Clara 234, Dorticós 533, Bouyón 124, frente a la Plaza Real 124, calle Santa Clara 229 y Dorticós 533, que fuera contratado asimismo como albañil y comerciante, y Santiago Pujols, igualmente natural de la ciudad portuaria del sudoeste de Francia, radicado en Calle San Carlos 111, entre de Declouet y Hourruitiner, Santa Clara 233, reconocido como carpintero, comerciante y propietario de un negocio de chocolatería y dulcería.

Asombra la cantidad de carpinteros que transitan durante estos cortos períodos, si lo confrontamos con los herreros, donde apenas se mencionan nombres como el del francés Jean Emile Brousse o Broussin.

El huracán que cruzara el 1º de octubre de 1825 introduce nuevos soplos en la economía e imagen de la villa; conceptos más renovadores en el trazado urbanístico, la distribución de terrenos y construcción de las viviendas. En el padrón de 1826 Honorato Bouyón enuncia las fábricas y casas existentes en la Fernandina de Jagua. Sin embargo, el crecimiento urbano es acelerado y el número de habitantes también. Al año próximo la densidad poblacional se acerca a los niveles de La Habana, Santiago de Cuba, Puerto Príncipe y Matanzas. En 1830 el progreso es innegable; entre otros figuran una escuela para niños, dos boticas, tres almacenes de ropas, treinta establecimientos menores de vestuarios, una pulpería y una casa de sociedad. Entonces se fortifican las actividades comerciales que favorecen la infraestructura y el estímulo de la actividad productiva.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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