Arte, islas y héroes en tiempos de coronavirus

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Nada devela mejor la esencia de los seres humanos que los estados de crisis, los tiempos severos en que unos urgen del auxilio de otros y aparece (o no) la respuesta solidaria, el gesto de sensibilidad que ha hecho del homo sapiens un sortilegio del cosmos (accidental o previsto), el carburante de la existencia fugaz que es la vida.

Estos duros estadios en que un virus procura exterminar la raza humana, como tantas veces vimos en los relatos cinematográficos sobre catastrofismos, nos obliga a convertirnos en islas, perder la identidad de los semblantes, las miradas y gestos, vulnerando nuestras libertades, las ternuras y el derecho a gozar de los actos que nos hermanan. Son tiempos en los que la soledad (que a veces es buena consejera) nos advierte de lo frágiles que somos y la importancia que tiene “asir el día, extasiarnos en los ojos de la luna o tan solo respirar los soplos de las aguas frescas; convenir las utopías y reinventar el amor, que “es algo esplendoroso.

En estos tiempos nos hemos emocionado con la bondad de muchos titanes y heroínas capaces de sucumbir a nombre de la esperanza, que a pesar de los miedos o las dudas eligen el camino debido para constatar sus compromisos con el planeta y que merecemos anidar en este universo, a pesar de nuestros egoísmos, ambiciones, durezas e indiferencia, males heredados de un pasado que no fue mejor. Al menos durante los días iniciales del recogimiento, apreciamos los sentires de creadores sureños a través de las obras virtuales delos miembros del Teatro Guiñol y la Asociación Hermanos Saiz; más adelante, las aportaciones de artesanos que concedieron nasobucos gratuitamente; de los conciertos online de varios intérpretes musicales, como Nelson Valdés o Rolo Rivera; las opiniones de media docena de artistas visuales en las redes sociales (que los medios debieran visibilizar mejor para honra de Cienfuegos, y de igual modos intentar ellos acceder a los medios, que de seguro le abrirán sus puertas), que como el resto de la población se unen al coro de encomios que todas las noches se obsequian a los que vienen  a “ofrecer su corazón” para enfrentar esta batalla campal por la supervivencia.

Muchos deseamos el regreso: a las aulas, para que nuestros pupilos puedan titularse como artistas en las academias de arte; los museos, tesoreros de la historia local (que esperemos puedan ponerse a tono con las visitas virtuales, al igual que en la capital, con la ayuda de la televisora cienfueguera); a las exposiciones en las galerías sureñas (esta vez con la Galería del Bulevar renovada)… y sea posible acomodar el Malecón en los pulmones, ir de tiendas sin la intimidación de una cola, asistir a  nuestro barbero de turno (o la barbería del Bulevar, perseverantemente de reparaciones), visitar a los amigos para jugar dominó o compartir nuestros sueños… Pero para eso, aunque nos parezca retórico, tendremos que persistir en la estrategia de las islas, resguardándonos en casa, en medio de la ausencia, sin emborracharnos de triunfalismos ni cegarnos con las aperturas foráneas que inducen a la población a desbordar las playas y los parques.

Aún estaremos apreciando las clases de artes visuales los fines de semana (aunque los conductores nos parezcan despavoridos y en quince minutos pretendan explorar un contenido profundo); preciando filmes que intentan mejorar nuestros ánimos, recapitulando viejas telenovelas, redimiendo libros o haciéndonos de otros tomados de la Internet; alistándonos para las compras necesarias y los trabajos a distancia. No hay otra elección. El coronavirus solo perece con las islas.

Claro que también pudiéramos disfrutar de otras novedades si los artistas cienfuegueros se aventurasen a presentar más proyectos en los espacios virtuales y mediáticos, como se conciben en otras provincias de la Isla.

Me temo que (aunque haya algunas tentativas, como El narrador de cuentos, de Frank Pérez Aguayo en Perlavisión) las voces sureñas (no hablo tan solo de donaciones) debieran hacerse de un lugar en esta lucha contra la pandemia. Nada devela mejor “la esencia de los seres humanos que los estados de crisis”.

*Crítico de Arte

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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