Antes o después de ti, Covid-19

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Antes la hilera de los zapatos nunca estaba completa. Había huecos como si le faltaran soldados a la infantería de un gran ejército. Después de ti, se afilian por tamaño y colores, limpios e inmóviles en el parqueo de un closet. Desintoxicados con el cloro de producción nacional.

Antes el perro se despedía en la puerta y luego esperaba en la ventana para recordar la casa, cual timbre insonoro. Su cola era el péndulo de un inmenso reloj de pie, de esos que salen en películas históricas, donde las actrices usan vestidos de cola y los hombres corbatas de rayas, de puntos o de figuras diminutas. Después de ti, persigue a su dueño todo el día. La ventana se cierra, de día y de noche. La puerta solo se abre cuando el estómago aprieta.

Antes los libros se acumulaban como edificios en la ciudad dormitorio, y escribías con tinta imborrable que debías leer más, porque allí están las columnas que soportan al mundo, porque esas vigas nunca claudican ante el peso del hombre, porque es donde único el agua no cae para mojarte los pies. Después de ti, los edificios literarios se convierten en favelas, no hay altura, sino horizontalidad. Terminas unos, empiezas otros. Anotas en unos, agregas en otros.

Antes el bolso era un volcán en ebullición. No salía humo, pero casi. Un repositorio de huellas que la ciudad dejaba en ti. Un lienzo marcado por los colores de la interacción humana, el ir y venir sobre la cuerda proletaria. Después de ti, duerme. Ronca. Sueña con volver por el rutinario eje de la sociedad misma.

Antes la ropa se acumulaba, cual lomas para saltar. Después de ti, todo se lava al momento y se lleva a tomar el sol del Caribe, como si fueran turistas de Europa, de esos que no quieren sombrillas ni bloqueadores, de esos que necesitan a su regreso subrayar que tocaron puerto caribeño. Las ropas se broncean, se destiñen por el exceso de desinfectantes.

Antes las cremas quedaban medio abiertas, violadas por el tiempo que transcurre a toda velocidad. Después de ti, parecen maniquíes en vidrieras. Un vejestorio de pomos coloridos que nada significan en medio de las circunstancias. Y ni sabes por qué las letras de sus anuncios lucen tan iguales, aunque ninguna diga lo mismo.

Antes doblabas en cuatro partes las lecciones de Carlos Marx y envejecían en el bolsillo del pantalón. Después de ti, vuelves a él y no te separas ni un metro de distancia. Vuelves a él ante el relato mundial de tu presencia inmortal, y sientes el latido de aquella frase impostergable: “los ricos no harán nada por los pobres, más que bajar las espaldas (…)”.

Antes la primavera europea no dejaba para la historia insólitas estampas de lugares icónicos  prácticamente vacíos de actividad humana. Ni convertía las ciudades y lugares de trabajo en escenarios sin actores. Después de ti, las sillas están con las patas para arriba, pero en casa la familia juega, cantan por las ventanas y cocinan mirándose a las caras.

Antes las salas congresistas mantenía una puja por el poder. Yo igual a ti, tú igual a mí y nadie igual al mesero. Después de ti, no hay diferencias, famosos y cardenales han comido de la misma manzana, campesinos e informáticos han comido de la misma manzana, políticos y líderes sociales han comido de la misma manzana, ricos y pobres han comido de la misma manzana y se volvieron semejantes.

Antes los medios estremecían al mundo con noticias individualizadas, de aquí o de allá, de fuegos y guerras, de explotación y bodas reales. Después de ti, los análisis periodísticos hablan de unir palabras, de cortarte la movilidad desde una visión universal, de colaboración internacional, de solidaridad y de contenedores que viajan con mensajes de amor pegados al dorso.

Antes el personal médico doblaba turno, incluso posponía su comida para cuando el paciente estuviera fuera de peligro. Después de ti, aprendieron a aplaudirles desde todos los balcones, aprendieron que son héroes anónimos de ayer, hoy y mañana.

Antes mirábamos los huecos en la hilera de zapatos. Después de ti, tendremos que encerrar la bestia y no permitirnos ser, otra vez, irredentos.

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

Un Comentario en “Antes o después de ti, Covid-19

  • el 4 abril, 2020 a las 10:55 am
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    Es preocupante la situación en Avenida 62 entre 67 y 69 la última casa de los números pares las personas jugando bolita(actividad económica ilícita) sin nasobuco o quitándoselo para hablar entre ellos, tremenda aglomeración de personas a cualquier hora del día, no quería llegar a este extremo pero estamos en pandemia y no les preocupa

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