Ante situación epidemiológica: nuestra parte del deber

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Ha pasado el tiempo. ¡Y de qué manera!

En apenas 365 días nuestra vida ha dado un vuelco impensable: el nuevo coronavirus nos ha obligado a readecuar las rutinas y asumir acciones de manera más intensa, casi permanente, porque nos va la vida en ello: eso es sabido; como debiera ser asumido que el cumplimiento de las medidas y protocolos establecidos sigue siendo fórmula para ganar esta batalla prolongada, a la que se unen las vacunas, pero estas aún requieren un tiempo, cada vez menor (en el caso de Cuba), pero tiempo al fin.

Y en este, mi comentario, no distingo lados, ni grupos, ni responsables, ni culpables; distingo a los seres humanos todos, que tenemos ante nosotros varias posibilidades: vivir, enfermar y hasta morir. Yo decido por la vida y creo sea ese también el sentir de la inmensa mayoría.

A nuestra rutina también hemos incorporado el seguimiento puntual, jornada tras jornada al comportamiento de la pandemia en el mundo, en Cuba y en la provincia de Cienfuegos. Hemos vivido momentos de tensión y otros de regocijo, pues hemos sido capaces todos juntos —remarco la expresión— de mantener bien a raya al causante de tantas muertes. Ello demuestra que somos capaces, que podemos, que cuando cumplimos bien la parte del deber que nos corresponde hay un resultado concreto y en positivo.

En su más reciente sesión de manera ampliada, el Consejo de Defensa Provincial de Cienfuegos realizó un análisis crítico de los diversos asuntos que no han salido bien y dieron al traste con el propósito de que en el mes de marzo hubiera un comportamiento favorable y, por ende, fuera más cercana la posibilidad real de un cambio de fase para la provincia, fundamentalmente para el municipio cabecera, que se encuentra en fase de transmisión autóctona limitada hace tiempo ya.

En consecuencia, nuevas medidas se aplicarán a partir de la llegada del cuarto mes del año. Quizás algunas puedan resultar incómodas, sobre todo porque se refuerza la limitación de transportes, horarios, servicios; en fin, la dinámica vuelve a trastocarse, pero no debe pasarse por alto que es para protegernos la vida. ¿Deseamos que todo cambie y volvamos a la mayor normalidad posible? Seamos consecuentes todos, porque repito, hemos dado muestras de que juntos, actuando de manera consecuente y responsable, podemos lograrlo.

Cuando se publican estas medidas, sobre todo en las redes sociales, una avalancha de comentarios sugiere de inmediato que las autoridades las hagan cumplir y no dejan de tener razón, como también les asiste a quienes abogan porque seamos los ciudadanos igualmente responsables de que no caigan en saco roto.  Está demostrada la efectividad del uso del nasobuco(e incluso se ha sugerido que sean dos, para mayor protección); el lavado de las manos, el distanciamiento físico, de que las salidas sean a lo imprescindible. ¿Qué más hacer? Mirarnos en nuestras propias experiencias y no repetir errores y comportamientos inadecuados.

Qué nos hacen falta los alimentos y otros productos imprescindibles; es cierto. Qué las colas ya nos distinguen también lo es, pero en modo alguno hacer la cola para lo que requerimos tiene que ser sinónimo de amontonamiento, de incumplimiento olímpico de lo dispuesto. Existen grupos de apoyo conformados por varios factores y también de representantes del Ministerio del Interior que se encargan de velar por el orden, pero ello no los convierte en “papás” para todo el tiempo llamar al orden.

Existen no pocas normas jurídicas que contribuyen a poner en su lugar lo que — de alguna manera— se empeña en “descarrilarse”, pero yo me inclino porque cumplamos la parte del deber que nos toca, evocando a Martí, y logremos vencer, de una vez por todas, al nuevo coronavirus.

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Tay Beatriz Toscano Jerez

Periodista.

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