Ante la paradoja de la oferta y demanda

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Si dos plátanos ahora cuestan cinco pesos (CUP), dicen que es por culpa de la oferta y la demanda. No existe otra carta bajo la manga para explicarle al cubano el encarecimiento de cuanto requiere para vivir. En ese principio económico se supone descubramos el porqué de los precios desproporcionados, pero a la hora de la verdad, cara a cara frente al vendedor, el argumento nos devuelve al vacío de siempre: “Oferta y demanda, chamaco. Oferta y…”.

Aunque nunca ha quedado bien claro cómo funciona el mecanismo, ¿fuera posible sin un punto de confluencia entre ambas? ¿Podría hablarse de relación cuando quienes comercializan ignoran las necesidades de los consumidores y obran ajeno a su inconformidad? ¿No debería ser una el complemento de la otra?

El vínculo está roto tanto en comercios estatales como en negocios privados. La conjunción entre oferta y demanda opera solo en los términos dominantes del vendedor. La zona de equilibrio concebida en teoría por el economista británico Alfred Marshall, pierde sentido cuando el cliente, aun insatisfecho con el valor del producto, se siente obligado a comprarlo, y lo compra, ante la falta de opciones distintas.

Como norma, aquí la demanda ni sale complacida ni constituye referente para el establecimiento de los precios. De serlo, quizás pudiéramos asimilar el hecho de que una limonada, con hielo triturado, servida en vaso elegante con absorbente, alcance los 25 CUP en algunos bares gestionados por cuentapropistas. De ninguna manera resulta el cubano ni su poder adquisitivo real el punto de partida de ese disparo al bolsillo.

Tampoco lo son para las paladares y transportistas, o el resto de las modalidades del sector no estatal, pese a contar con un respaldo social que posibilita la rentabilidad del negocio. En la mayoría de los casos, el valor de sus productos o servicios se sustenta en la naturaleza de los gastos, con la mediación de excesivos precios minoristas, terciarios e inestables materias primas.

No puede perderse de vista el comportamiento de la producción. Si bien su incidencia en el cuentapropismo parece menos directa, lo es todavía más. La mercancía adquirida por el titular de una cafetería o restaurante lleva implícito el interés, primero, de quienes la producen (expresado en lo invertido en fuerza de trabajo, insumos), y luego el de los distribuidores y comercializadores. Cualquier oferta posterior derivada de esa cadena será siempre imperativa y anómala, sin desestimar el galopante ejercicio de la especulación.

Lo inaudito es que lo mismo ocurra con los mercados estatales. Aun cuando el gobierno cubano ha dado pasos hacia la rebaja de precios en las tiendas recaudadoras de divisa, en la práctica permanecen inasequibles respecto al salario del trabajador, aunque este no disponga de otra salida que aceptar o carecer.

En un escenario económico ideal, la demanda jamás pasaría inadvertida olímpicamente. Tendría un rol determinante en la proyección de la industria nacional, los niveles de importación y en la propia variedad de ofertas. No habría insatisfacción desmedida ni venta limitada. Claro, eso en un escenario económico ideal, repito…

El nuestro anda lejos de adecuarse al modelo de oferta y demanda. Su alusión constante viene siendo la única excusa para encaramar los precios casi en la cima del Kilimanjaro, allá donde nadie los quiere.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

4 Comentarios en “Ante la paradoja de la oferta y demanda

  • el 10 noviembre, 2016 a las 4:16 pm
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    Bueno Gilberto, esperemos que el gato no se nos pierda. Gracias por su comentario y saludos.

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  • el 10 noviembre, 2016 a las 3:04 pm
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    Lo cierto es que llevamos tratando de ponerle el cascabel al gato desde hace muchisiiiisimo tiempo y nananina.
    ¿ Misión imposible?

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  • el 9 noviembre, 2016 a las 4:59 pm
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    Sí, puede ser, pero antes de llegar a la regulación, el Estado debiera garantizar ciertas condiciones que permitan que los negocios privados sean rentables, porque si de pronto regularizo sus precios y ellos continúan adquiriendo sus insumos a precios minoristas, además en los mismos establecimientos donde el resto de los ciudadanos compran, entonces no tendría ni pies ni cabeza que existieran como tal. Es un tema complejo que lo hemos dejado un poco a la deriva, a como sea; esperemos que algún día encuentre la solución, por el bien de nuestros bolsillos, o lo que es lo mismo, por nuestro propio bienestar. Gracias por tu opinión, Alsiel.

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  • el 9 noviembre, 2016 a las 4:22 pm
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    La respuesta? Fácil: regulación del mercado por el Estado, lo que es sinónimo de Socialismo, pues es algo inherente a él, de lo contrario estamos “embarcados”, no?

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