El año que vivimos peligrosamente

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Estamos a las puertas del Día de Navidad y, por primera vez en muchas décadas, el mundo no experimenta la alegría concitada por estas fechas. Por supuesto, pues es presa de una pandemia que no entiende de geografías, razas ni riquezas. Justo a los ricos les ha provocado el efecto mayor; si bien ello no guarda vínculo con su dinero, sino con la mala gestión y el desprecio a los intereses y a la protección de su pueblo, como el manifestado por la saliente administración norteamericana: ejemplo mayúsculo.

En cambio, Cuba —país pobre, tercermundista, de herencia colonial y neocolonial, bloqueado malévolamente por la mayor potencia económico-militar de la historia—, logra contrarrestar el nuevo coronavirus de forma exitosa, debido en primer lugar a la voluntad política de su gobierno y en segundo al establecimiento de un sistema de salud público por parte de este capaz de enfrentar situaciones semejantes, de la mano de sus especialistas y técnicos.

Nuestra nación ha debido lidiar con la epidemia, el oportunista incremento exponencial del cerco económico-financiero de los Estados Unidos, incitación directa al terrorismo y el mercenarismo, intentos de golpes blandos, guerra no convencional, fortalecimiento de la hostilidad mediático/ psicológica impulsada por centenares de plataformas y medios radicados en La Florida, emergencia de elementos pro anexionistas en el escenario interno…

El título de la columna -tomado del filme de Peter Weir estrenado en 1982-, alude igual a un escenario universal de temor e incertidumbre, agravado incluso más durante el calendario en vías de término por la agudización de fenómenos como las migraciones masivas -frenadas por Occidente- de ciudadanos de Asia, África y América Latina a la huida de guerras, conflictos y escenarios económicos deplorables: todo en tanto consecuencia de la intervención militar allí de potencias extranjeras y de un pasado colonial que los despojó de sus recursos, todavía controlados por las empresas de las metrópolis que los gobernó.

Ha sido el vigésimo año del tercer milenio contexto de mentiras sin freno, vomitadas tanto por los grandes medios corporativos al servicio de los poderes hegemónicos como por las redes sociales, convertidas en una suerte de salvaje oeste de la ausencia de juicio crítico, a merced de las emociones sin tamiz y el engaño constante.

Fue 2020 el año de la definición más abierta del racismo sistémico que ha afectado a EE.UU. a lo largo de su historia, que en este motivó atroces muertes a afroamericanos y movimientos sociales de protesta a lo largo de la nación.

Desde el primer martes de noviembre, y todavía, el planeta está en vilo ante la renuencia del presidente derrotado en las urnas a aceptar la victoria de su oponente. Y lo peor, con el apoyo de millones de norteamericanos. Los habitantes de ese país perdieron la posibilidad histórica de contar al frente del gobierno con un político de fuste como Bernie Sanders y se vieron sometidos a la más dura campaña anticomunista y antisocialista vista en décadas.

Ese país sobrepasó todos sus límites extraterritoriales en estos doce meses, no solo por su trabajo a lupa por entorpecer cualquier salida económica de Cuba, sino además por realizar acciones que parecen irracionales hasta para ellos mismos. Verbigracia, el asesinato en Irak, en enero, del general iraní Qasem Soleimani, precedente que no solo inaugura una nueva era en las agresiones imperiales, sino además despeja el camino hacia potenciales respuestas que dejarían sentadas un escenario de confrontación mundial permanente, con todo cuanto ello implica además en el aspecto económico.

La tan trágica como evitable explosión registrada durante el mes de agosto en el puerto de Beirut habla de la desidia entronizada en disímiles naciones.

A través de este año bisiesto arreciaron los incendios forestales en Australia y el oeste de EE.UU. Eventos meteorológicos dañaron varias economías de Centroamérica y el Caribe, incluida la nuestra.

América Latina, un polvorín en lo social, apreció la respuesta represora a su pueblo de dictaduras neoliberales como Chile, Ecuador, Perú y Colombia. En esta última nación, infierno del continente, el asesinato diario contra líderes sociales y ex combatientes de la guerrilla alcanzó el rango de genocidio.

Durante el desolador 2020 el planeta experimentó un alza de la violencia doméstica, así como el aumento del número de feminicidios: México y Colombia a la cabeza en la región. Más de cuatro millones de niñas sufrieron mutilación genital a lo largo del mundo. Cada dos segundos una pequeña fue obligada a casarse en contra de su voluntad.

Por ende, no obstante también hayan sucedido hechos favorables, no resultó un calendario para festejar. A subrayar, sí, que a excepción del coronavirus, la mayoría delo negativo guarda mucho menos relación con la presunta “mala suerte” o hechos que nos superan que con un orden de cosas errado e injusto en su matriz, donde continúa el predominio de los intereses dominantes, en desmedro de las necesidades de la mayoritaria población mundial.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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