Andar despacio para llegar de prisa

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Las sirenas volvieron a escucharse. A la carretera que enlaza buena parte de la Isla regresaron los malos augurios: el más reciente accidente de tránsito en la Autopista Nacional recordó que permanecen latentes las causas de esos lamentables eventos.

Es irrefutable: la accidentalidad en la citada y extensa autovía ha cobrado en los últimos tiempos un saldo doloroso. Las cifras de lesionados y fallecidos nos estremecen, cuando desde alguno de sus tramos llega la mala noticia.

Sin embargo, los accidentes obviamente no son privativos de ella: su posibilidad está en cualquier sitio donde primen indisciplinas, choferes al timón con algún que otro grado de alcohol, baches, alcantarillas descubiertas, animales sueltos…

Y es en el origen del problema donde resulta casi obligatorio detenerse. Por más campañas de bien público emitidas año tras año en nuestros medios de comunicación, con la temática nunca obsoleta de la seguridad vial, aún nuestras calles acogen a más de un “terrorista” del volante.

Por exagerado que parezca, no merece otro calificativo quien invade senda contraria, traspasa luz roja, maneja a exceso de velocidad, irrespeta señales del tránsito, y pone así en riesgo no solo su propia existencia, sino la de aquel que respeta cada punto y coma del Código Vial.

Todavía nos sorprende una alcantarilla destapada, con la consiguiente boca hacia el infierno que representa ese imperdonable descuido, peligroso para todo tipo de vehículos, mucho más para bicicleteros, motoristas y —en consonancia con los tiempos que corren— “motorinistas”.

En el mejor de los casos, ramas de un árbol sirven como señalización y luz roja para esquivar la oquedad; en el peor, vemos (o podemos no ver) totalmente abierto ese pasaporte hacia un incidente.

Los animales sueltos, mayormente bovinos y equinos, son asunto pendiente. Así lo reconocen las autoridades de tránsito en Cienfuegos, durante la sección dedicada al tema en la Emisora Provincial Radio Ciudad del Mar.

Y regreso a la persuasión: por más que se diga, se imprima, se filme, las reses invaden sendas de cualquier carretera cubana, y ponen a prueba el reflejo de choferes, o simplemente ocasionan un descalabro.

El mal estado de varias calles, y ahora circunscribo el escenario a nuestra ciudad, contribuye en alto por ciento a la inestabilidad de los vehículos, y por ende a la ocurrencia de accidentes.
En cuanto a la nefasta combinación de bebidas alcohólicas y timón, figura entre las primeras condicionantes de tales situaciones, pese a esfuerzos tangibles como la aplicación de multas a infractores o los puntos de control de alcoholemia situados en zonas sensibles, donde el trayecto hacia la playa de Rancho Luna se erige ilustrativo.

Multiplicidad de factores convergen en el común punto del revés. Sin embargo, el sabio consejo de andar despacio para llegar de prisa entra como anillo al dedo a estas reflexiones, anhelantes de no escuchar, una vez más, la trágica noticia de un accidente de tránsito.

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