Ana María Salas o la libertad más allá del desierto

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Cinta negra en karate. Coleccionista de pulseras y collares antiquísimos. Atea. Campestre de tacones. Libertaria e izquierdista. Sonriente a más no poder. Adicta a la historia. Actriz y novia ardiente del teatro. Pelirroja a la fuerza. Ojos vivos, con la fuerza misma de un ciclón del Caribe: Ana María Salas, la creadora de Toqui y miembro de nuestro Comité Provincial de la UNEAC, ese personaje entrañable que muchos recuerdan en Cuba y más allá, es toda una diva, una mujer que nunca está en calma.

No sabe poner sus manos sobre el mentón y mucho menos tirarse en la cama a esperar a que del cielo le caiga la felicidad. Ella vuela, porque tiene alas, las lleva escondidas, no salen de la espalda como dicen los cuentos de hadas, sino del alma, un tilín más abajo del corazón. Con solo decirle una palabra su discurso se echa andar como si tuviera prisa de contarle a los demás sobre la vida, el arte, la cultura…

El miedo…

Tuve una vez miedo a la soledad, hasta que me di cuenta de que no pasa nada. Cuando era pequeña pasé mucho tiempo sola. Vivía en una casa de huéspedes y mi madre trabajaba por largas horas, yo me quedaba allí en aquel cuarto, horas y horas. Eso me hizo inventar historias para poder volar y sobrevivir a la soledad. Imaginaba y todo aquello que no me gustaba de la vida lo iba transformando en la historia que me daba la gana, eso hizo que volara, volara, volara (…)”, dice Ana María Salas y un hilo de nostalgia se le escapa por la voz, mientras junta sus manos y se acomoda mejor en aquel butacón artesanal de factura nicaragüense. Un poco más allá, un rayo de luz ilumina la moneda conmemorativa por el Aniversario 200 de la ciudad de Cienfuegos, por su obra, por todo el espacio que abre a los cienfuegueros.

Mi mamá me obligó a estudiar pedagogía, pero me aburría mucho y matriculé, además, en ingeniería química. En la Universidad empecé en los grupos de teatro (…) Luego vino la beca en La Habana para ser instructora de arte y cogí los cuatro bártulos y me fui. Esa noticia no tuvo buena aceptación en casa, esa profesión era un tabú para la época, había quienes lo asumían como prostitución. Mi papá dejó hasta de hablarme…, pero me gradué en teatro.

Cuando regresé a Santa Clara comencé a crear grupos de aficionados en el Ejército, fábricas, barrios… Muchos de esos alumnos luego formaron el grupo Escambray. No solo actuamos, sino que hacíamos diseños escenográficos, vestuario, sonido (…) No esperábamos nada a cambio, solo queríamos crear, era dar para que todos fueran felices, tiempos muy bonitos que no hay por qué perderlos”.

"Toqui es el niño que todos llevamos dentro, es la inocencia y las ganas de saber, la lealtad (…)", dijo Ana María Salas, la creadora de Toqui./Foto: Modesto Gutiérrez Cabo
“Toqui es el niño que todos llevamos dentro, es la inocencia y las ganas de saber, la lealtad (…)”, dijo Ana María Salas, la creadora de Toqui./Foto: Modesto Gutiérrez Cabo

Toqui y tú…

Un día me fui para el Ecuador. Era una época de dictaduras en ese país, venían los del Ejército a derrumbar las puertas, y caí presa varias veces (…) Allá hacer teatro y morir de hambre era lo mismo. En el capitalismo un actor (y peor en el mundo subdesarrollado) hace arte por hobby, porque vivir del arte es muy difícil. Por eso, tuve la idea de los títeres, un tanto más económicos. Armé un grupo, sobre todo, con estudiantes universitarios y cuando todo estaba por comenzar me avisan del primer centro comercial en Quito, un megaproyecto que incluía un programa de televisión para promover aquella nueva forma de venta. Necesitaban un personaje (…)

“A mí siempre me llamó mucho la atención el niño callejero ecuatoriano, que allá hay por cantidades industriales, un niño lleno de viveza, de sueños, de inteligencia, de ganas de vivir, pero que no tiene nada para vivir. De esas caritas redonditas dibuje a Toqui, en ese momento no tenía el nombre, eso vino después y es la combinación de dos vocablos quechua: To (significa gran jefe guerrero) y al incluirle el qui se transforma en gran jefe guerrero de la lanza de oxidiana, así de fuerte sería el personaje.

Gané esa convocatoria y Toqui empezó a salir cada domingo en horario de mucha audiencia. En el guion casi siempre se tocaba la noticia de la semana. Así estuvimos tiempo hasta que llegó un 28 de diciembre, Día de los Inocentes, y nosotros decidimos hacer un chiste en el programa: Velazco Ibarra, el presidente de ese momento, disolvía el Congreso y se declaraba dictador para ‘salvar’ al país y, por demás, el dinero del petróleo, en boom en esos meses, no se le iba a entregar a las empresas y militares, sino a los pobres para construir hospitales y escuelas. Era una inocentada…, justo cuando Toqui cantaba de alegría por esa noticia, el actor Torres volvía a escena para interrumpir esa felicidad y declaraba la inocentada. Esta última parte nadie la oyó y se formó tremendo lío, se revolvió el Ecuador…

Se llevaron preso a todos, clausuraron el canal y me fueron a buscar a la casa. Empezaron los interrogatorios y yo era cubana, en un período que no había ni embajada de Cuba en el Ecuador. Recuerdo que la primera pregunta fue: ¿de dónde es usted? Y enseguida contesté de Santa Isabel de las Lajas, ¿de dónde?, volvían a preguntar. Estuve presa hasta que se descubrió que realmente era una inocentada, pero el programa no volvió a salir”.

Eso le dio una lectura clara: Toqui ya tenía una alta audiencia…

Entendí que no valía la pena hacer chistes publicitarios cuando Toqui ya tenía ese nivel de credibilidad y audiencia. Entonces empecé con los programas educativos que luego salieron en horarios estelares de la televisión ecuatoriana. Nació la idea de Toqui viajando en el tiempo con su amiga la mariposita (este personaje existe porque en ese momento no tenía dinero para pagarle a otro locutor y lo solucioné con ella y un piano). Toqui alcanza la fama”, aclara y se alborota el pelo, saca todos los mechones que se esconden detrás de la oreja como si estuviera en una escena teatral, como si la grabadora fuera el micrófono para que el público del final escuche mejor.

Ana María Salas salió de Cuba un día cualquiera (detesta los números y por ello los aparta de su discurso), casada con un médico ecuatoriano que conoció en Cuba, hijo de Manuel Agustín Aguirre, fundador del Partido Socialista del Ecuador. Allá fundó tres negocios: un hotel, un restaurante y un bar, cada uno con nombres que hacían alusión directa a la Isla (Viaja a Cuba, Bodeguita de Cuba y Varadero). Tuvo tres hijos a quienes ama hasta el infinito y más allá. “No sé la edad que tienen, me interesa si son felices, si están realizados en lo profesional, si comen bien (…) A ellos los hice fuertes, desde pequeños aprendieron el valor del trabajo, de la amistad”.

Volvamos a Toqui. Si algo distinguió a esos programas es el apego a los conocimientos históricos, la amistad, el desbordamiento de datos curiosos y la complicidad entre Toqui y la mariposita.

Toqui fue el primer programa que la televisión ecuatoriana vendió en todo el mundo. No podía mandarlos a Cuba porque no había relaciones diplomáticas entre ambos países, pero hice un arreglo con la televisora panameña para que sacarán una copia de los capítulos que se les mandaba a ellos, y los enviaran aquí. A cambio no me pagaban derecho de autor. Así llegó Toqui a esta bella Isla.

 

Toqui es el niño que todos llevamos dentro, es la inocencia y las ganas de saber, la lealtad (…) Yo me lo pregunto todo: ¿por qué gira?, ¿por qué las hojas son verdes? Ahora mismo yo quisiera preguntarte un millón de cosas, lo que pasa es que es al revés. Yo lo quiero saber todo y tú también”.

La Casona de Toqui, desde donde se siente el sonido del mar de Punta Gorda, ha sido mención provincial por la restauración realizada en ese inmueble patrimonial. Además funcionará como museo y epicentro cultural para los cienfuegueros.

Villa Teresa ocupa la mitad de la manzana en la cuadrícula delimitada por las calles 35 y 37 e/ las avenidas 18 y 20, en Punta Gorda, Cienfuegos./Foto: Modesto Gutiérrez Cabo
Villa Teresa ocupa la mitad de la manzana en la cuadrícula delimitada por las calles 35 y 37 e/ las avenidas 18 y 20, en Punta Gorda, Cienfuegos./Foto: Modesto Gutiérrez Cabo

El artista es un ser humano como otro cualquiera que tiene la inmensa ventaja de poder comunicarse con la gente y que, por ello, le hagan publicidad. ¿Cuántos zapateros resultan únicos en la confección de zapatos y nadie los conoce? ¿Cuántas costureras hay que hacen maravillas y nadie las conoce? ¿Dónde está el artista que hizo el surco perfecto y desyerbó para que nazca una mata de yuca? Artistas son todos los que hacen las cosas bien, porque el arte es belleza”.

La última grabación de Toqui…

Ni la recuerdo. Acuérdate de que todo continúa. Toqui está vivo”, agrega con toda sinceridad.

Y por qué no surgen programas como el suyo, como Sombrero Azul, como otros tantos que tenían un soporte educativo y de una calidad muy superior a los de ahora. ¿Por qué hay una tendencia a consumir las historias de los youtubers, de los bloggers?

Desgraciadamente hay que estudiar mucho, hay que entregarse y preocuparse menos por lo material. Cuando las personas se concentran en lo material dejan a un lado los sueños. El reguetón, por ejemplo, es una música hecha para entontecer a las masas. Eso no viene de la nada, eso son estrategias que ha asumido el mercado y el capitalismo (…)

“Ahora los animados son de violencia, de sangre, de espadas, de superpoderes y ¿por qué crees que los videojuegos son así también? Porque están preparando a los futuros soldados que irán a las guerras, que apretarán el botón de una bomba bajo el mismo concepto de un juego más. (…) ¿Qué puedes esperar del comportamiento social cuando en la novela las personas se tratan violentamente, cuando en los muñes hay traición y maltrato? La televisión es muy influyente y eso los megaproductores de contenidos lo saben y lo utilizan para sus intereses”.

De izquierda siempre…

Todos los seres humanos somos iguales, tenemos derechos y deberes. Lo que pasa es que los sistemas de izquierdas han hecho creer a las personas que se lo merecen todo, yo lo corrijo por te lo tienes que ganar todo (…) En la Casona de Toqui, aunque la entrada es gratuita para los cubanos, todos deberán pagar un precio, o sea, plantar un árbol, guataquear el guayabal, darle de comer a las gallinas, sacudir los muebles de la sala de concierto…”.

Autoridades de gobierno en Cienfuegos le otorgan medalla 200 aniversario de la fundación de la colonia, por la obra de toda la vida./Foto: Modesto Gutiérrez Cabo
Autoridades del Gobierno en Cienfuegos le otorgaron la moneda conmemorativa Aniversario 200 de la ciudad de Cienfuegos, por la obra de toda la vida. /Foto: Modesto Gutiérrez Cabo

Y la libertad…

La libertad es relativa. Los pájaros son libres, pero tienen un área de vuelo, no pueden irse hasta el desierto, entonces ese desierto limita su libertad. Ahora, si la sabes usar, puedes ir ampliando esa área de vuelo, porque aprendes nuevas formas de combatir el desierto y así seguir volando más allá. La libertad se la crea uno mismo, trabajando”.

La Casona de Toqui, aun cuando el proyecto apenas da sus primeros pasos en términos de permisos y arquitectura de visitas, tiene lista la sala de colecciones antiguas y conciertos, esta última ya ha servido para eventos de la Universidad.

Creo en los seres humanos, en las energías (…) El placer mayor de la vida es dar y de ese mismo modo recibes cosas, sentimientos (…) La historia continua cuando la gente muere, porque quedan sus obras, sus hijos, el ejemplo, las huellas; quedas como abono para la siguiente planta”, dice y se para de su mueble nicaragüense en busca de una piedra de cuarzo, quiere regalar energías a quien estuvo por casi dos horas oyendo su historia, como si algo pudiera superar esa filosofía de vida, ese modo polifacético de interpretar la existencia humana.

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

Un Comentario en “Ana María Salas o la libertad más allá del desierto

  • el 1 mayo, 2021 a las 8:54 pm
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    Excelente artículo, Toqui fue parte de mi niñez y hasta hoy se recuerda en Ecuador. Saludos afectuosos!

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