Amor con amor se pega

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 32 segundos

Difícil es escribir del amor y los enamorados. Ese sentimiento es tan delicado de traducir, tan escurridizo a veces, que ni siquiera los poetas, dueños genuinos de los símiles, las metáforas y las palabras bellas, lo han descrito con genialidad. Es mejor sentirlo que definirlo.

Un buscador en Internet tan abarcador como Google devuelve en centésimas de segundos 120 millones de textos diversos sobre el amor, con solo poner las cinco letras y “ordenar” la búsqueda. Eso evidencia su inmensidad (sí, como lo está pensando: la del amor y la de Google).

Al azar marqué uno de ellos y me sorprendió lo que leí: “El Día de los Enamorados se festeja en gran parte del mundo bajo los auspicios de San Valentín, patrono de los novios, quien -vaya paradoja- dejó de ser santo al ser excluido del calendario litúrgico al no poder probarse sus milagros. Esto, que para los fieles resulta un problema, no lo es en absoluto para el resto de la humanidad, a la que el origen católico o pagano de la fiesta le tiene sin cuidado”.

Será entonces San Valentín el culpable de que pululen por el mundo -Cuba incluida, por supuesto- tantas almas en pena clamando por un amor sincero, desprejuiciado, eterno, fiel… Si ya él no hace milagros, dónde está entonces Cupido con su arco y flechas, o es acaso que el pobrecito está desempleado y relegado de sus funciones amatorias, sentado quizás sobre una piedra, en medio de un campo desierto, quemando todas sus lanzas. ¿Se quedó el mundo sin la unión amorosa que él solo sabe propiciar con certeza?

¿O será que el amor no cree ni en ángeles ni en santos, porque además de dulce y tierno, fiero, crudo, cruento, a veces doloroso, irascible, duro, difícil…? Hay un poco de todo en la Viña del Señor.

Pero la especie humana cree en él, digan lo que digan. Por eso, los judíos tienen su propio Día de los Enamorados, al que llaman Tu beAv, y los chinos el Qi Qiao Jie (Día del Doble Siete). Los hijos del sol naciente tienen dos: el Festival de Tahabata y el del Deber del Chocolate. Este último obliga a las mujeres a regalarles bombones a los hombres. ¿Y qué entregan los varones a cambio?: fresas.

Cuentan que en la Antigüedad uno de los ritos vinculados al amor consistía en introducir en una bolsa ciertas prendas femeninas y los hombres extraían una al azar. La dueña de la pieza se convertía de inmediato en su compañera de diversión a lo largo del año.

Me quedé pensando -por razones obvias- en el pobre de San Valentín y busqué nuevos elementos.

A finales del siglo III el Papa Gelasio resolvió dedicarle el 14 de febrero a un supuesto santo llamado por ese nombre, a quien transformó en patrono de los enamorados para evitar que los fieles veneraran a Lupercus (dios ítalo de los pastores en la Mitología Romana).

Pero en 1969, el Papa Paulo VI borró del catálogo oficial y del calendario litúrgico a 33 santos -entre ellos a Valentín, Jorge, Bárbara y Cristóbal- cuyas leyendas fueron inventadas en la Edad Media. Lo paradójico es que la exclusión fue publicada, precisamente, el 14 de febrero de ese mismo año.

Cuentan las historias también que un Valentín III fue decapitado un 14 de febrero en el siglo III porque casó parejas en secreto, después que el emperador Claudio II prohibiera el matrimonio de los soldados.

Hay quienes piensan hoy que el decimocuarto día del segundo mes fue dedicado a los enamorados porque es el momento en que las aves, adelantándose a la primavera del Norte, comienzan a cortejarse.

Santo, chocolate, ritos y aves…, flores, sonrisas, miradas, besos, pasiones, entregas…, traiciones, dolor, desprecio, odio… ¡el amor es un todo incluido!

Por ser tan complejo, siguen siendo los poetas -los buenos poetas- quienes mejor lo describen. Pero prefiero, por la humildad misma del sentimiento, dejar a un lado las grandilocuencias de los universales y reflejar cómo lo vio, de manera sencilla y grande a la vez, un simple bardo siempre enamorado: Francisco Otero, hijo pródigo de un pueblo casi perdido en la geografía cienfueguera: San Fernando de Camarones.

¿Y ahora, / quién te escribe poesías de amor, / o cartas como aquella de un viajero / a una mujer desconocida? / Quién complace tus caprichos / de niña grande / Quién sueña contigo desesperadamente. / Quién te regala flores encarnadas de besos. / ¡Nadie! / Entonces, / cómo vives, / o mejor, cómo mueres, / porque sin esas cosas que tanto nos compensan / la vida simplemente es una muerte disfrazada /.

Es que amor con amor se pega.

Visitas: 83

Ramón Barreras Ferrán

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *