Amigabilidad, adulación y crítica de arte

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Uno puede defenderse de los ataques; contra el elogio se está indefenso.

Sigmud Freud

En su enjundioso texto La poética teatral en marcos axiológicos: criterios de valoración, el teórico argentino Jorge Dubatti refiere donde el apartado sobre las funciones de la crítica, que una primera coordenada es la “adecuación”, en la que debe ajustarse la mirada de espectador-crítico-analista, al estatus objetivo de la poíesis para lograr responderse qué quiere relatar la obra, cuál es su objeto, cuáles son las estructuras profundas y qué le exige en tanto competencia para desmontarla y valorarla. En ese camino subraya que toda opinión debe sustentarse en argumentos. Dubatti tiene muy claro que la labor del crítico posee dos raseros, uno subjetivo, inherente a la cultura, sentimientos, destrezas analíticas y valorativas (eje de la interpretación), otro objetivo, basado en los componentes técnicos, recursivos, que suelen ser demostrables (eje de la técnica), los que deben ser equilibrados cuanto sea posible. Asumo que para él no existe crítica constructiva o negativa, que solo se trata de qué hacen los artistas y lectores con ellas, al tiempo que tiene claro que su labor incluye la creación de teatralidad desde su propia experiencia y los vínculos de gremio.

La crítica suele aprovecharse de los componentes subjetivos para no asumir los riesgos de la objetividad, y en este rutero prefiere ser aduladora o elogiosa, dejándose chantajear con mucha frecuencia por los “clásicos”, siguiendo el criterio de la amigabilidad. Igual ocurre con la reacción de los públicos, sobre todo las fanaticadas, que se muestran intolerantes con los juicios que no son favorables, tildándolos de oscuros, anodinos, tremebundos… aunque sus diatribas carezcan de argumentos y sean más fruto de los caprichos y el deseo de demostrar fidelidad, que por los supuestos escamoteos. Difícilmente, con tantos prejuicios, se pueda hacer un buen análisis de cualquier valoración (la crítica a la crítica), apelando a la ética ciudadana, sin groserías ni subjetivismos de alcantarilla. Se aprecia lo que se quiere ver, no lo palmario. Y es que aún se sigue considerando a la crítica como un enemigo, y muchos críticos (traicionando la ética profesional) hacen todo lo posible para no poner en peligro a sus amistad eso perder estatus, privándose de su derecho, como cualquier artista, a ser libre, socializar sus opiniones y consumar el acto de la persuasión.

De modo que es más ventajoso para los que se desempeñan en este viejo oficio (tan desagradecido y vilipendiado a lo largo de los tiempos) seguir los dictámenes desde la capital y las voces jerarquizadas; hacer promoción y no juicios; pillar de las notas de prensa (conste que algunos escriben artículos sin asistir a las puestas, basándose en los programas o reseñas tomadas de los medios) o Wikipedia, que apostar, ser honestos consigo mismos y compartir una humilde y propia opinión, aunque esté errada. También ocurre con los fans, quienes lanzan sentires por las redes sin haber presenciado las obras, tan solo arrastrados por sus simpatías, ignorando los procesos de análisis, categorías y evaluaciones pertinentes y exigiendo ternuras gratuitas.

Son escasas las réplicas para desacreditar a la crítica de arte elogiosa, e incontables las críticas laudatorias, patológicas y manipuladoras que quieren formar parte de la grandeza del artista, temerosa de los riesgos, pródiga en los criterios de pasillo, esa que nunca ayuda al progreso de alguien. Parafraseando a Baudelaire, aburrida, sin estilo, fría y algebraica, desprovista de amor y odio, cuya subjetividad no se erige a la par que la objetividad de los valores.

Elocuentemente, como diría el crítico de arte colombiano Eduardo Serrano, se añoran aquellos años en que los artistas modernos se enfurecían y perseguían a los críticos con un machete si decían algo malo de ellos, los ignoraban o no les daban premios, entiéndase metafóricamente como un proceso dinámico y honesto que al final tiene a un único triunfal: el arte. La vida lo ha demostrado, es preferible un juicio “sombrío” y “pavoroso”, espontáneo y sincero, que uno lisonjero y “amistoso”. Qué es la adulación, sino una herramienta de los que quieren el beneficio de los empoderados.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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