Amar, sumar, aportar

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A Cuba se le apoya amándola, haciendo en función de ella desde la ternura de saberla madre e historia, techo y cuna, contexto de tu vida y la de los tuyos; desde el tino de obrar como demanda cada momento.

Nada de lo anterior se logra sin fe, determinación y valor. Esa trinidad te la entrega tu propia Patria, si la respaldas. No se la ofrece a pusilánimes, quejicas, a quienes siempre anteponen el yo por encima del sentido mayor de nación: arco que también les engloba, modifica y reafirma, aunque no sean estos capaces de entenderlo.

A Cuba ahora, en medio de la Tarea Ordenamiento, a las puertas de ese VIII Congreso del Partido que celebraremos 60 años después de Girón y la primera derrota al imperio en América Latina, se le demuestra amor aportando y no restando. Al comprender y no entorpecer, al encauzar y no cerrar. Como lo hacen millones de hijos de este país, cada día, por una causa que, en el caso nuestro, se relaciona literalmente con supervivencia, porque anexión significa anulación, estrangulación, fin.

A Cuba se le ama al ejecutar lo acordado, tal cual, sin interpretaciones intermedias o personales, que deforman sentidos a cuanto cavilaron de la forma más previsora, científica e integral a nivel de país.

A Cuba se le lastima al hablar sin fundamentos sobre temas sobre los cuales el emisor no ha podido o querido obtener la información confiable oficial. Aunque pareciera una redundancia, con la Isla el adjetivo oficial resulta obligatorio a tales fines. Todo cuanto no lo es, o gran parte, proviene de fuentes no fidedignas o malintencionadas dirigidas a sembrar confusión, división e incertidumbre.

Este país es de hombres y mujeres curtidos en el fuego de siglos. La buena madera está en los genes del cubano, aunque haya cierta variante actual, permeada por hostiles contextos e influencias malsanas, con una pasmosa proclividad al lloriqueo.

En la práctica nadie se conduele de esas personas que vierten sus lágrimas en Facebook, como si la red fuera una maestra de preescolar a quien le dan la queja porque el compañerito le quitó a merienda. Quienes viven del negocio de escarbar en las miserias emplean la exposición de estas revelaciones como material de ataque; mientras los propios semejantes del quejoso optan por la falsa solidaridad, la condescendencia, el sarcasmo o la burla directa.

Los problemas se resuelven en la vida real con amor, con valor, con los actos de día a día, nunca en una pantallita.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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