Alfredo Méndez Aguirre: cuando la ciencia es también servicio

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Para los cienfuegueros que habitualmente cruzan o se sientan en la zona del Parque Martí más cercana a la Iglesia Catedral de la ciudad, les será familiar el busto de una figura masculina emplazado por allí. Como muchos de los transeúntes, absortos en la vorágine cotidiana, no suelen detenerse a leer la inscripción que lo identifica, ignorarán que se trata de Alfredo Méndez Aguirre, eminente hombre de ciencias perlasureño y médico cirujano, por más señas. Su cardinal aporte a la historia y la cultura cienfuegueras, merece que nos acerquemos a su obra para conocerla, valorarla y defenderla, a propósito de conmemorarse en este 2022 el aniversario 90 de su fallecimiento.

Doctor Alfredo Méndez Aguirre, una de las figuras más importantes de la medicina cienfueguera durante la etapa republicana.

Nacido en Cienfuegos, el 1ro de diciembre de 1870, el niño Alfredo fue el primogénito de un hogar de siete hermanos, que parece haber contado con recursos suficientes para garantizar la educación de sus hijos. En 1895 se graduó como doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de La Habana, con calificación de sobresaliente. Durante el propio año marcharía a París, decidido a profundizar sus conocimientos quirúrgicos y complementar su formación profesional. En la prestigiosa Universidad de la Sorbona, fungió como preparador en el laboratorio de anatomía de la Facultad de Medicina, bajo la dirección del doctor Paul Peirier y realizó pasantías en otras prestigiosas instituciones médicas de la Ciudad Luz(1).

Cuando regresó a la Perla de Sur durante la ocupación militar norteamericana, el joven médico acumulaba conocimientos y habilidades que muy pronto demostraría en su terruño natal. Fue nombrado médico municipal en 1900, casi al mismo tiempo que la condición de Médico Honorario del Hospital Civil. A esta institución el novel galeno donó uno de los primeros esterilizadores con los que contó la Isla. El nuevo equipo sustituía el engorroso proceder de tener que desinfectar el instrumental médico- quirúrgico en una lata con agua hirviendo(2). Así comenzaba la hermosa historia del Doctor Méndez en el Hospital Civil, cuya impronta se reflejaría desde el primer momento en la calidad de los servicios prestados por la institución y se extendió allí por más de tres décadas, como veremos más adelante.

La competencia y el afán de servicio desplegados por Méndez Aguirre lo llevaron a desempeñar, desde los primeros años del nuevo siglo, múltiples ocupaciones que muy pronto le otorgaron no solo un prestigio muy bien ganado, sino el cariño y la admiración de los cienfuegueros. En 1905 comenzó a fungir como médico de visitas de lo que luego se convertiría en el Sanatorio de la Colonia Española. Al año siguiente —ya durante la segunda intervención estadounidense— con apenas 36 años, es electo alcalde de la ciudad, cargo que aceptó, pues a pesar de alejarlo del ejercicio de la Medicina, que constituía su gran pasión, le permitiría continuar trabajando por el bienestar de los ciudadanos.

En los pocos meses que duró su mandato, el Doctor Méndez reorganizó los servicios de sanidad y suprimió cargos innecesarios. Logró incluso la apertura de un consultorio para atender a personas que padecían tuberculosis. Estableció la revisión mensual de los ingresos y gastos del municipio, previendo cualquier irregularidad en el manejo del presupuesto. Promovió, además, que sus colaboradores fueran los más capaces y honestos, obviando si pertenecían a tal o cual agrupación política. Pero fue sin dudas su oposición vertical al negocio fraudulento que se fraguaba con la construcción del acueducto, lo que precipitó su renuncia. Méndez sabía que no podría doblegar los poderosos intereses que, más allá incluso de la Isla, se encontraban detrás de la jugosa componenda(3). Su salida del cargo evidenció lo que ya se sabía: la probidad a toda prueba del galeno y las corruptelas que envolvían la política republicana tanto en la ciudad como en toda la Isla.

El Doctor Méndez Aguirre (al centro, de brazos cruzados sobre el pecho) y el equipo médico del Sanatorio de la Colonia Española.

En 1907, ante un nuevo brote de fiebre amarilla Alfredo Méndez Aguirre fungió como secretario de la Comisión de Enfermedades Infecciosas que el propio Carlos J. Finlay, acompañado de otros ilustres higienistas, constituyó en Cienfuegos. En 1908, una vez conjurada la epidemia, Méndez se desempeñó como médico forense por cuenta del Ayuntamiento, labor que simultaneaba con sus responsabilidades en el Hospital Civil y en el Sanatorio de la Colonia Española. Pero fue, en definitivas, desde ambas instituciones —Hospital y Sanatorio— donde dejaría el ilustre médico cirujano las huellas más profundas de su actuar profesional: primero, porque estuvo vinculado a ellas hasta el fin de su vida; segundo, porque ello le permitió desdoblarse en ambas desde el punto de vista clínico, quirúrgico, docente, administrativo y —lo que fue más importante— humano.

Con el tiempo sus nexos con el Hospital Civil se volvieron indisolubles: en 1910 sustituiría en calidad de director interino al no menos ilustre Luis Perna Salomó, quien falleciera ese mismo año, y al siguiente fue nombrado director en propiedad. Muy pronto la capacidad de trabajo, tenacidad y creatividad del Doctor Méndez se hicieron evidentes en la organización del Hospital: en 1912 creó una sala para la atención de los veteranos de las guerras de independencia; en 1913 solicitó créditos al gobierno para reconstruir y modernizar la vetusta instalación, que también contó con fondos aportados por personas de solvencia económica. Tales gestiones permitieron reparar la sala de maternidad y proyectar otras dos destinadas a los servicios de oftalmología y otorrinolaringología, respectivamente.

Otra de las innovaciones organizativas introducidas por Méndez en el Hospital Civil fue la constitución de una sala pediátrica que evitaba a los niños ser atendidos junto a los adultos y con ello exponerse a riesgos mayores. La formación de enfermeras y comadronas acontecía en escuelas independientes, pero ambas, dirigidas por el abnegado médico, serían más tarde integradas al Hospital, con lo cual el beneficio sería doble: unas y otras robustecían sus conocimientos y habilidades desde la práctica, mientras la institución se beneficiaba con el concurso del personal en formación. En 1917 el Hospital fue dotado con nuevos salones de operaciones que poseían modernos equipos y un variado herramental para diversos tipos de intervenciones. Todas estas transformaciones eran inéditas en el territorio y buena parte de ellas se encontraban muy a tono con las prácticas más avanzadas que las instituciones asistenciales comenzaban a desplegar por entonces en las naciones con mayor desarrollo económico y científico.

En 1918 Méndez asumiría nuevamente el rol de epidemiólogo al ser nombrado como delegado de beneficencia en Cienfuegos y presidir la comisión de trabajo que enfrentó la ardua tarea de frenar la epidemia de gripe española y salvar las vidas de los cienfuegueros que enfermaron. Una vez más, el prestigioso facultativo brilló junto al excelente equipo de médicos conformado, entre otros, por Manuel Leal Catalá, Oscar Alcalde Ramos, Sotero Ortega Bolaños y Manuel Altuna Frías. Una baja sensible en esa batalla por la vida, fue la de Victoria Brú Sánchez, superintendente de la escuela de enfermeras y cercana colaboradora de Méndez. La nueva sala de ginecología y obstetricia, inaugurada en 1921 llevaría su nombre en homenaje al coraje, profesionalidad y entrega de esta valiosa mujer.

Antiguo Hospital Civil de Cienfuegos. En el sitio de su emplazamiento a la entrada de Cienfuegos se erigió un centro escolar.

El prestigio alcanzado por la entidad hospitalaria cienfueguera la situaba entre las más reputadas de la República y no se limitaba solo a las mejoras introducidas, sino que se debía, sobre todo, a la calidad de su personal médico y de enfermería. Huelga decir que detrás de cada uno de esos éxitos se hallaba la transparente ejecutoria del Doctor Alfredo Méndez Aguirre. La prensa local una y otra vez se hacía eco del sentir de los cienfuegueros: “Pero, si grandes han sido, en el orden material, las mejoras introducidas por el doctor Méndez en el Hospital de Cienfuegos, no han sido menores las por él llevadas a la práctica en el orden moral. Ha logrado que la sociedad cienfueguera dispense al Hospital absoluta confianza. Todo Cienfuegos sabe que en ese instituto de beneficencia se dispensa la más completa atención al necesitado y al desvalido, porque el celo y la solicitud del doctor Méndez no tienen límites cuando, se trata de llevar al que sufre los consuelos de la ciencia”(4).

En el Sanatorio de la Colonia Española —como ya se refirió— Méndez también desarrollaría una labor monumental, que siempre simultaneó con sus ocupaciones en el Hospital Civil, incluida la dirección de ambas instituciones —fue electo director del Sanatorio desde 1918— ¿Cómo se las ingenió para dirigir a un tiempo las dos instituciones médicas más importantes de la ciudad y aún asumir la atención de sus pacientes extrahospitalarios? Este redactor no puede ofrecer la respuesta, pero supone que precisó de una sólida ética de servicio a los demás y una capacidad de trabajo envidiables.

Desde el Sanatorio, Méndez fue uno de los pioneros en la Isla del tratamiento de la sífilis con Salvarsán, considerado por entonces el más eficaz para combatir esta infección de transmisión sexual. Dirigió e impulsó también las acciones para mejorar los servicios de la institución: la construcción de una morgue, la adquisición de una ambulancia, la instalación de un moderno laboratorio clínico y la creación de un departamento de radiología. Por si ello fuera poco, en 1920 se habían construido, además, varios pabellones para atender a personas con enfermedades infecciosas y quedó inaugurado el servicio de urología, al que en 1922 se adjunta un dispensario para el diagnóstico y tratamiento temprano de las entonces llamadas enfermedades venéreas(5), hoy denominadas infecciones de transmisión sexual.

En julio de 1922 Alfredo Méndez Aguirre fue objeto de un inusual homenaje a su infatigable servicio en el Sanatorio: El pabellón número tres, destinado a los servicios de cirugía fue bautizado con su nombre. Fue una distinción que nunca solicitó, pero de que era muy merecida no queda sombra de duda. Era considerado un magnífico cirujano en un tiempo en el que no existían muchos de los medios diagnósticos hoy disponibles, cuando aún no existían los antibióticos y las intervenciones dependían en grado sumo de la habilidad y los cuidados del cirujano.

Pabellón No.3 del Sanatorio de la Colonia Española con el nombre del doctor Méndez Aguirre.

Méndez fue uno de los primeros en Cuba en introducir el uso de los guantes de Chaput, empleados en la práctica quirúrgica por todo el mundo hasta la década de 1970. A su destreza como cirujano se deben éxitos tales como las primeras apendicectomías y gastroduodenostomías realizadas en el territorio, la rápida y eficaz extirpación de un quiste de ovario que pesaba más de 20 libras o la aplicación de la técnica de prostatectomía suprapúbica de la que fue considerado un artífice. Acometió, asimismo, operaciones de mamas, mastoides y de cirugía ginecológica, algunas de cuyas técnicas también introdujo y promovió en Cienfuegos(6). Sus resultados lo convirtieron en uno de los mejores cirujanos del país, que le valieron un lugar en varias de las más prestigiosas sociedades científicas de Medicina en Cuba y el mundo.

Alfredo Méndez Aguirre falleció el 29 de junio de 1932 como consecuencia de una grave enfermedad cardiovascular. Contaba al morir con 62 años. Sin embargo, para bien de la cultura cienfueguera, el gremio médico local ha mantenido vivo su legado y prestigiosos galenos e investigadores han ido develando importantes aristas de su práctica médica que, —ya sabemos— trascendió con creces lo estrictamente asistencial. El Doctor Méndez Aguirre, su obra y ejemplo son patrimonio no solo del abnegado “ejército de batas blancas” que ha vuelto a situarlo —simbólicamente— al frente en la batalla contra la Covid-19. También, pertenece al pueblo cienfueguero, que aún sin saberlo, es su deudor y también su heredero.

El autor es profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos Carlos Rafael Rodríguez. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.
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(1) Rousseau, Pablo L. y Pablo Díaz de Villega. (1920). Memoria descriptiva, histórica y geográfica de Cienfuegos (1819-1919). Establecimiento Tipográfico El Siglo, pp.469-470
(2) Pino Blanco, R. J., Flores Roo, R., & Espinosa Brito, A. D. (2010). Doctor Alfredo Méndez Aguirre. Gloria de la medicina cienfueguera en el siglo XX. Medisur. Revista Electrónica de las Ciencias Médicas en Cienfuegos, Vol 8 (1 Especial), pp.20-29.
(3) Rodríguez Orrego, V. E., & Lorenzo Madrigal, D. (2016). Manos “sucias” en el agua cienfueguera (1899-1911). Bitácora de Jagua. Revista Cultural, Año 3 (No. 4), pp.4-5./ Flores Roó R. Alfredo Méndez, médico y ciudadano ejemplar (inédito). Cienfuegos, 2005.15 p
(4) Periódico El Comercio. Abril de 1926, p. 3.
(5) Flores Roó R. Ob. Cit p. 13-14
(6) Pino Blanco, R. J., Flores Roo, R., & Espinosa Brito, A. D. (2010) Ob.Cit p.26-27

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Vero Edilio Rodríguez Orrego

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

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