¡‘Alfabetizá, alfabetizá’!

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Era un mismo idioma, pero no eran iguales las palabras. Sin embargo, ni los términos distintos ni el acento extranjero impidieron a José Murillo, Elisa Vigo, Angélica Iglesias, Tatiana Viola y Berta Rosenvorzel enseñar a varios cubanos a leer y a escribir.

Corría el año 1961 y cuando esos maestros argentinos llegaron a Cuba, habían pasado varios meses desde el inicio de la Campaña de Alfabetización.

“Teníamos conciencia de que nosotros no podíamos ser, a la altura de la Campaña, factores decisivos para su éxito, pero estábamos ansiosos por compartir la experiencia, ansiosos particularmente, por aprender. Sabíamos que la mayoría de los ‘expertos de la educación’ de países que, como el nuestro, nada hacen para eliminar el analfabetismo, juzgaban el objetivo de los cubanos ‘jactancioso e irrealizable’. Nosotros teníamos motivos para confiar en la Revolución porque había cumplido su palabra y sus planes en los años inmediatamente anteriores”, recuerda José Murillo.

En un aula de Güira de Melena también alfabetizaron los argentinos. / Foto: Imagen fotocopiada del libro 5 maestros argentinos alfabetizaron en Cuba.
En un aula de Güira de Melena también alfabetizaron los argentinos. / Foto: Imagen fotocopiada del libro 5 maestros argentinos alfabetizaron en Cuba.

El primer encuentro fue con un pueblo eufórico presto a celebrar el primer territorio libre de analfabetismo: Melena del Sur.

Las calles camino al otrora municipio habanero, colmadas de banderas, guirnaldas de flores y luces y arcos con la leyenda: “Si sabes enseña, si no sabes, aprende”, constituyó una primera impresión imborrable.

La bienvenida a La Habana fue una extensión de aquella otra calurosa, recibida horas antes cuando arribaron a Santiago de Cuba desde Argentina.

Durante tales horas, la alegría de la nueva patria renacida en la localidad sureña, era un preámbulo del júbilo general que vendría solo unas semanas después.

De esa jornada de celebración, en Melena del Sur, José Murillo recuerda: “en la tribuna, Fidel sonríe, se vuelve hacia nosotros, nos hace un guiño en el que entendemos ‘ustedes están viendo si para mi pueblo yo soy el asesino que dicen por ahí’”.

La complicidad del líder revolucionario solo puso en ellos más confianza en el proceso iniciado el primer día de 1959, cuya simpatía aumentó además cuando presenciaron una conversación con una niña que lo llamó desde el público.

– Oye, Fidel

Fidel se inclina hacia ella y le pregunta: ¿Y tú que has hecho?

– Yo alfabeticé a ocho adultos.

Con la plaza estallando en vítores vuelve a preguntarle a la pequeña:

– ¿Y ahora tú que piensas hacer?

– Yo, lo que la Patria necesite de mí.

Aquel mismo día, una anciana de 105 años pidió esa noche a Fidel que le alfabetizara y él aceptó “porque en el país se acabaron los privilegios”, la alfabetización no tenía límites de edad.

“La resolución de Fidel ante el pedido de aquella anciana, hizo más difícil la campaña, pero también más meritoria, más generosa”.

SI SABES ENSEÑA, SI NO SABES, APRENDE

Tres meses permanecieron en la Isla los maestros alfabetizadores procedentes de Argentina.

Junto a las brigadas Conrado Benítez, de alfabetización Patria o Muerte, y a los miles y miles de profesores cubanos incorporados a la Campaña, “pertenecimos al más honroso y puro ejército del mundo; revolucionario ejército de paz y amor, cuyas armas fueron la cartilla Venceremos y el manual Alfabeticemos; revolucionario ejército que libró dura pero también triunfal batalla, contra una de las formas más crueles de opresión del imperialismo: el analfabetismo”.

Aunque su aporte no era determinante —faltaba poco para que se venciese el plazo de un año que los cubanos se dieron para alfabetizar a la población adulta—, su voluntad de acompañar a los cubanos en este empeño mostró al mundo que Cuba no estaba sola.

Desde México, Panamá, Guatemala, Ecuador, Colombia y Chile también llegaron educadores para incorporarse a la gesta pedagógica. Pero no solamente ayudaron maestros, sino también estudiantes y aún niños. “Recordamos con particular emoción la referencia agradecida a un niño venezolano de 13 años que había ido a Cuba a sumar su esfuerzo al de sus hermanos”.

Fueron momentos emocionantes que recuerdan los argentinos, porque eran jóvenes adolescentes los nuevos profesores, porque muchos de quienes ya ejercían en las zonas urbanas colaboraron con gran espíritu de sacrificio y donaron el 50 por ciento de sus haberes para los maestros voluntarios.

“No fue raro ver escribir con carbones en tablas más o menos alisadas, mientras llegaban los pizarrones de aula o las pizarras individuales fabricadas por los bisoños soldados del Ejército Popular”.

Un maestro argentino enseñando a orillas del río Mayabeque en el campamento Héroes de Playa Girón. / Foto: Imagen fotocopiada del libro 5 maestros argentinos alfabetizaron en Cuba.
Un maestro argentino enseñando a orillas del río Mayabeque en el campamento Héroes de Playa Girón. / Foto: Imagen fotocopiada del libro 5 maestros argentinos alfabetizaron en Cuba.

En la parte final de la Campaña y para asegurar su cumplimiento en el plazo dado, se organizaron campamentos como el de Héroes de Playa Girón, en el cual dos maestros argentinos alfabetizaron.

“Los analfabetos no querían irse, exigían más y más. Nos resultaba conmovedor el esfuerzo de aquellos hombres y mujeres de manos endurecidas por el trabajo rudo, esforzándose por dominar el lápiz, entrecerrando los ojos para reconocer las letras…, y la alegría cuando por fin podían escribir sus nombres. Este era el mayor afán de todos”.

Con tal empeño, las aulas se volvieron hogares, y los educadores y alumnos, familia. Por eso durante la conclusión del 25 Congreso de los Trabajadores Cubanos, cuando Fidel informó del asesinato de Manuel Ascunce y Pedro Lantigua, los argentinos allí presentes sintieron el dolor en el pecho.

“Nos encogimos de dolor, de angustia, y vibramos de indignación con toda la masa puesta de pie en emocionado silencio, labios apretados, puños cerrados. La asamblea entera reclamó el derecho de formar parte del batallón que buscaría y apresaría a la fiera en su escondite de la sierra. Hubo madres que insistían: ‘Fidel, Fidel, nosotras las madres queremos ir a buscarlos, déjanos ir, Fidel; no retiraremos a nuestros hijos de la campaña, seguirán hasta el fin’”.

LOS QUE ENSEÑABAN, APRENDIERON

De acuerdo con las normas internacionales de la ONU, se considera alfabetizado un pueblo cuando, entre los mayores de 14 a 50 años no hay más que un 5 por ciento de analfabetos. La campaña era un proyecto ambicioso, pues la herencia de Fulgencio Batista había dejado un millón 204 mil personas sin saber leer ni escribir, de una población de aproximadamente unos seis millones.

El 22 de diciembre de 1961, en la Plaza de la Revolución José Martí, de La Habana, Fidel declaró a Cuba como “Territorio Libre del Analfabetismo”, siendo la primera nación de Latinoamérica en conseguirlo.

“Cuando nos presentó, y el pueblo de pie cantaba rítmicamente haciendo tambor con las manos: ‘Argentina sí, yanquis no’, se nos hizo un nudo en la garganta que se desató en los ojos en lágrimas de emoción y de alegría.

El 22 de diciembre de 1961, en la Plaza de la Revolución José Martí, de La Habana, Fidel declaró a Cuba Territorio Libre del Analfabetismo, primera nación de Latinoamérica en conseguirlo. /Foto: Archivo
El 22 de diciembre de 1961, en la Plaza de la Revolución José Martí, de La Habana, Fidel declaró a Cuba Territorio Libre del Analfabetismo, primera nación de Latinoamérica en conseguirlo. /Foto: Archivo

“Si se pretendiese desentrañar a través de meras cifras la campaña de alfabetización, se obtendría un esquema incapaz de reflejar la vida palpitante y múltiple, los mil pequeños sucesos cargados de ternura, de belleza, de heroísmo, que jalonaron el Año de la Educación.

“Habíamos partido dispuestos a enseñar y de a poco comprendimos que íbamos a aprender. Tenía razón la educadora ecuatoriana que nos dijo al llegar nosotros: ‘Nuestra mayor sabiduría consiste en parecernos a ellos’. Quería decir en hacer lo que ellos han hecho, lo que están haciendo.

“Los cubanos valoraron hondamente nuestro gesto de solidaridad. Que cinco maestros argentinos fueran a su nación venciendo las dificultades de la persecución, habiendo recorrido más de 10 mil kilómetros para estar junto a ellos y luchar contra la ignorancia, los llenaba de alegría. Fuimos para ellos hermanos entrañables y es tan profundamente humano lo que hacen que no están ni estarán solos en la lucha.

“Es posible que quienes aprendieron a leer y a escribir con nosotros nos recuerden con cariño. No podemos olvidarlos. Están indisolublemente ligados a una experiencia breve que nos valió por muchos años. Y si alguna vez de algo de cuanto hicimos en nuestra vida podremos enorgullecernos, será de ello. Claro que nada será más grato a nuestros corazones que poder hacer lo mismo con nuestra Patria algún día. Y ha de ser un día no lejano”.

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Glenda Boza Ibarra

Periodista. Graduada en 2011 en la Universidad de Camagüey.

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