Albión desembarca a cañonazos en La Habana

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Aunque Inglaterra y España estaban en guerra, a las autoridades españolas en la isla de Cuba no se les ocurrió ni por un momento que pudieran ser atacados.  Se trataba de la coalición de España y Francia contra la coalición de Gran Bretaña y Prusia, guerra entre imperios.

Y es así que en el anochecer del 6 de junio de 1762 un fuerte contingente de buques ingleses se acercó a la capital de la ínsula sin que ni por enterados se dieran sus autoridades ni habitantes. Al amanecer del siguiente día las huestes de casaca roja y tricornio comenzaron el desembarco por La Habana, casi sin oposición, en lo que hoy sería calificado como operación relámpago contra una isla en que sus gerifaltes militares y políticos no tenían ni siquiera un plan de aviso para organizar una defensa decorosa.

La campaña británica contra La Habana fue, en lo naval, una obra maestra de planificación, realización y explotación de su superioridad en el mar. La flota de 207 buques de guerra con 2 mil 292 cañones, otros 93 navíos de transporte para desembarcar 11 mil 800 soldados y su oficialidad, además de varios miles de esclavos como auxiliares armados, cruzó el Canal Viejo de Bahamas, y así llegó a Cuba, procedente del Este, una dirección inesperada. El mando supremo de la expedición inglesa estaba a cargo del Teniente General Sir George Keppel, Conde de Albemarle, con el Almirante Sir George Pocock, como jefe de las tropas navales.

Por su parte, la dirección del mando español en la Isla estaba en manos del Capitán General Juan del Prado Portocarrero, quien disponía de apenas 10 mil soldados, incluidos voluntarios y esclavos, todos sin preparación militar adecuada y sin una dirección efectiva.

Y fueron los habaneros, para esa fecha unos 50 mil habitantes, quienes ofrecieron la resistencia mejor organizada y valiente, tal cual lo reconocen en las crónicas del affaire los agresores. Esta población estaba conformada por los llamados “criollos”, “esa gente ambigua que ya no era indígena, ni europea, ni africana”, como generalmente era calificada, pero resultó, por más humana, decidida, hecha de las más variadas humanidades, producto de la fusión, la mezcla, y por mejor decir, la miscegenación de las razas aportadoras de sus mejores características, la que se sentía más dueña de su isla, de su territorio aunque no hubiera aparecido aún la conciencia de patria, y salió a defenderla con ese ardor que habría de distinguirnos en lo sucesivo. Fue el germen de nuestro sentimiento patriótico.

Ese ente étnico nuevo realiza una hazaña: los comanda el alcalde criollo de Guanabacoa, José Antonio Gómez de Bullones, “Pepe Antonio”, quien sobre la marcha organiza una milicia de blancos, mulatos (o pardos) y esclavos negros, armados de machetes y un puñado de armas antiguas. Se baten en desigual combate y aun así desarma a los soldados ingleses, asombrados del ataque inesperado con tácticas guerrilleras desconocidas.

La célula rebelde multiétnica logra diversos triunfos, causa algunas pérdidas al enemigo y prolonga el sitio de La Habana. Son victorias parciales, pero ni de eso pudieron vanagloriarse los peninsulares, que nunca alcanzaron éxito alguno con sus ataques de rutina académica, que por previsibles eran destrozados por soldados más hábiles en ese tipo de contienda regular.

Al asedio inglés sólo resistió el Castillo del Morro, comandado por Don Luis de Velasco. Debido a su privilegiada situación, la mole petrea hacía difícil su toma, pero la capitulación era apenas cuestión de tiempo. El 13 de agosto los ingleses entraron a la ciudad, cuyas autoridades militares y civiles firmaron la capitulación.

Para no perder la isla de Cuba “la más preciosa joya de la Corona hispana”, mediante el Tratado de París entregaron a Inglaterra los territorios de La Florida y algunas otras islas de ultramar, mientras los ingleses obtuvieron el dominio de los mares y ganaron terreno en Canadá, India, la Louissiana en Estados Unidos y algunas otras lejanas colonias. Era el nuevo reparto del mundo entre imperios. Una práctica que atemperada a las coyunturas y apetencias de hoy continúa en el presente, algunas con disimulo, otras sin recato alguno disfrazadas bajo diversas denominaciones lingüísticas y eufemismos.

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Andrés García Suárez

Periodista, historiador e investigador cienfueguero. Fue fundador de 5 de Septiembre, donde se desempeñó como subdirector hasta su jubilación.

2 Comentarios en “Albión desembarca a cañonazos en La Habana

  • el 29 junio, 2017 a las 10:58 am
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    Moyapilongo:
    Excelente articulo histórico y felicitaciones al periodista Andrés García Suárez por abordar un tema histórico que enaltece la cubanidad del criollaje que se estaba incubando en aquel 1762, en que aún el sentimiento como isleños peninsulares, se imponía y que, con la honorable excepcion de ese diario, ha pasado intrascendente para la prensa nacional. Ciertamente, el guanabacoense Pepe Antonio fue nota descollante de la gallardia y valor de la simiente cubana de criollos bancos, mulatos y negros que enfrentaron, con estoicismo, al invasor inglés y en ese capitulo de gloria, le cabe a la ciudad de Santa Clara y a los pilongos de hoy, la honorable primicia de haber declarado la Guerra a Inglaterra, cuando sus emisarios, en exigencia del pago de tributos a su Rey por el cabilo de la villa fundada en 1689, recibieron una digna respuesta, al retar al poder imperial ocupante a venir hasta sus dominios para saldar su cobro, con una tropa semejantemente concebida a la organizada por Pepe Antoio en La Habana y aunque Cienfuegos, fundada en 1819, aún no existia, desde el Castillo de Jagua, construido en 1745, si partieron fuerzas españolas para la reconquista de La Habana en 1763, lo cual se inscribe en el pasaje histórico abordado en el articulo.

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    • el 3 julio, 2017 a las 11:10 am
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      Gracias por su amable comentario, muy instruido en historia de Cuba, además, mucha falta nos hace que nuestra hermosa historia sea conocida de esa manera, y socializada, así que permítame felicitarlo. Además, a nuestras dos ciudades hoy mucho más hermanadas, entre otros por el Che, y claro, por la Revolución, antes del triunfo de ésta, la politiquería al uso y otras mezquindades las quisieron mantener separadas y como odiándose entre sí, lo que evidentemente no consiguieron. Yo residí durante 18 años en Santa Clara (1962 –con la fundación de “Vanguardia”- hasta 1980 en que regresé a mi ciudad natal con la apertura de “5 de Septiembre” del que fui también fundador) y allá también me sentí como en familia, y mi tercer hijo es pilongo como Ud. Saludos afectuosos,

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