Al cielo sometidos: Dos pícaros nada celestiales

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Al cielo sometidos, novela de Reynaldo González acreedora de los Premio Ítalo Calvino (2000) y de la Crítica Literaria (2001) publicada por Ediciones Unión hace justo 16 años, es una pieza sabrosa al paladar y literariamente rica, la cual conviene localizar al lector que aún no la ha degustado. Nunca es tarde para acceder a la gracia escritural.

Su autor emprende un descenso histórico de más de cinco siglos, para zambullirnos de a lleno en la España-comarca de la picaresca, cuando los Reyes Católicos toman Granada tras 800 años de guerra contra los árabes, sacan de casa a los conversos judaizantes y emprenden la aventura americana al mando de un loco marino genovés, quien, según Abel Posse en Los perros del paraíso, de tan tostado, era capaz hasta de tomarle el orín a Beatriz de Bodadilla en cada acto amatorio.

¿Qué no sería capaz de hacer entonces para llegar a Las Indias con tres carabelas repletas de asesinos, golfos e infelices? En las naos —ficciona González—, se van a enrollar dos gamberros de marca mayor: dos Antonios; uno el de Ávila y el otro de Extremadura. Pero, antes, darán muchos dolores de cabeza en el Viejo Mundo.

En el exuberante tejido narrativo, el escritor cubano (Premio Nacional de Literatura, 2003) incorpora un sinnúmero de situaciones que mantendrá en constante estado de vigilia la atención del lector. Sin trampas, subterfugios, acumulaciones insustanciales. Todo trabajado orgánicamente, con un uso exquisito de los planos temporales manejados. Asido el narrador —y es una de las grandes virtudes del libro— a un lenguaje filoso y fibroso, que no escatima ni la más osada recreación ni el término menos usual.

Con lo anterior, el autor de La fiesta de los tiburones no solo demuestra su pericia innata para articular y ramificar los eslabones de la historia, sino que además saca del armario la amplitud riquísima del vocabulario español, casi perdida de alguna literatura cubana hoy día, tan interesada en conectar rápidamente con el lector de aquí y de allá mediante el efecto de los personajes y olvidándose del sentido y el mantenimiento de un mínimo estilo en el lenguaje.

El creador de Siempre la muerte, su paso breve, deconstruye la picaresca en Al cielo sometidos. De entrada, la homenajea de forma explícita, pero en su re-visión lleva “los argumentos a extremos que no pudieron tratar los escritores de los Siglos de Oro, atrapados en el mecenazgo, la censura de la Iglesia y los estamentos del poder”, tal cual el mismo afirmara en entrevista concedida al periódico La Insignia.

Agregó al mismo órgano: “Cuando leo esa enorme literatura, siempre me parece que los asuntos no van más allá, que les falta transgredir las lindes impuestas. Y cuando me documento sobre esa época, más me convenzo de que, a pesar de lo mucho que hicieron, les quedó mucho por decir sobre sus propias circunstancias. Buena parte de los acontecimientos que pudiéramos llamar más escabrosos en mi novela, reflejan los que hallé en mis investigaciones y en una documentación a la que salvo mínimas libertades, fui rigurosamente fiel. Incluso lo que se refiere a las formas de la prostitución, las maneras non sanctas del placer como el homosexualismo, su existencia y su represión brutal, aparecen en actas y documentos de la época, en libros publicados luego”.

Luego, pero no entonces, porque la época imponía los cotos a las cotas de libertad literaria permisibles; y ahora es el tiempo el cual precisamente le concede al narrador la facultad de despacharse y recrear a su antojo, en detalles, toda la atmósfera, la realidad concomitante del día a día de aquellos pícaros y pícaras: la mancebía, los sexos posibles, la sodomía en ciertos representantes de la Iglesia. Esto, descrito por Reynaldo de manera fruiciosa, en una novela sensual a rabiar, donde el elemento sexual no queda embozado tras velos elípticos ni moralina antediluviana. Al contrario, las cosas se cuentan con el descarne necesario al tono de la novela y a la relectura de la época realizada por el autor en la historia.

Al cielo sometidos es un libro que, por otra parte, en su epopeya de la amistad de estos dos tremendos Antonios seguidos en sus itinerarios aventureros, sin límites ni lazos, sin medir las consecuencias posibles, erígese cual fábula que, según el propio escritor, marcha en búsqueda de “una comprensión de la libertad sin amos, sin fronteras, ilimitada, aún a riesgo de perder la vida o una falsa estabilidad”. Algo como para no perderse.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

6 Comentarios en “Al cielo sometidos: Dos pícaros nada celestiales

  • el 19 marzo, 2017 a las 9:07 am
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    Amado, en efecto, el libro de Reynaldo González se devora en un santiamén, por su riqueza narrativa, capacidad descriptiva y esa fabulación tan enjundiosa y fruitiva de este gran escritor cubano. Gracias por su comentarios. Saludos del autor.

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  • el 18 marzo, 2017 a las 7:40 pm
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    Todos los años viajo a Cuba a ver la familia. Vengo cargado de libros. Me leí Al Cielo Sometidos y lo devoré en tres días (Estaba de vacaciones). Magnífico libro, pero lo que más aprecié fue el dominio narrativo y la utilización de la lengua. Los que hemos conocido España con sus pueblos, castillos, sierras, ríos y su riqueza cultural, leemos el libro y lo vamos “viendo” todo mientras lo leemos. Lo he prestado a varios colegas profesores y todos han quedado maravillados con el libro. Me imagino el trabajo investigativo al que se habrá sometido el señor González antes de escribir el libro. Ojalá gane muchos más premios.

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  • el 10 marzo, 2017 a las 3:44 pm
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    Delvis, magnífico tu aporte. Felicidades por tu tesis y qué bueno que haya sido venero inspirativo el exponente aquí reseñado. Gracias por tu comentario, saludos del autor.

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  • el 10 marzo, 2017 a las 1:18 pm
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    En efecto: contradictoriamente, con lo rebueno que está ese texto, ha sido prácticamente olvidado. En este sentido, traté de rescatarlo con mi tema de tesis y ponerlo en primera plana frente al colectivo de profesores de literatura de la Facultad de Humanidades de la UCLV el año pasado.
    Como dice el periodista, es una obra tan rica en su conjunto, que incluso, con la tesis quedaron tópicos sin abordar que me encargué de colocar en las recomendaciones: su análisis desde la perspectiva de la nueva novela histórica latinoamericana, por ejemplo.
    Uno de los aspectos que quisiera compartir aquí (y que más me interesó) fue la rica mezcla discursiva que emplea el autor, que contantemente me recuerda al lenguaje arquitectónico Carpentier: la colocación de un burdel dentro de los marcos estructurales de una catedral.
    Este plan está en consonancia con lo que el mismo autor apunta sobre los autores de la picaresca; “les falta transgredir las lindes impuestas…”.
    Es sumamente genial haber colocado un “Pórtico” que abre y un “Ábside” que cierra la novela, y que justamente en su centro halla una explosión orgiástica terriblemente bien lograda. También la visión de lo eclesiástico como “estructura cerrada”, como un círculo, o mejor, una culebra que se muerde la cola constantemente, es muy buena para lograr la desacralización propuesta.
    Otros dilemas, como el del cura Abundio Centellar, su homosexualidad, su régimen tiránico y dogmático, calan profundo en este sentido.
    Las intertextualidades son constantes en casi todo el texto y lo más interesante, en todos los planos; desde lo histórico, de lo lingüístico, lo literario, lo político, en fin. Hay riqueza por doquier que solo unos pocos estudiosos de nuestro país, como Marlen Domínguez, se han atrevido a analizar.
    Sin dudas es una obra para leer una y otra vez. Es una lectura arriesgada, por supuesto, es literatura de altos quilates, pero apropiándonos de las técnicas pertinentes, podemos arribar a conclusiones interesantísimas que constantemente (con nuevas lecturas) renuevan el texto y lo encumbran más aun.
    A mí me fascinó el diálogo que entabló Antonio el de Extremadura con su amigo al final del texto, por eso lo puse en mi dedicatoria: “Sin libertad, hasta el aire que se respira, duele.”

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  • el 9 marzo, 2017 a las 7:46 am
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    Toledo: el libro es una real delicia, curiosamente ya hoy casi olvidado. Lo invito a leerlo. Gracias por el comentario. Saludos del autor.

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  • el 8 marzo, 2017 a las 6:13 pm
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    Mi saludo para usted. Excelente artículo, da ganas de buscar el libro y leerlo. Me sorprende no ver ningún comentario de Delvis, él es un especialista en esta obra literaria. Seguramente no ha tenido la oportunidad de leer hoy el periódico.

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