Agredidas

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Expresión suprema del reino animal, obra maestra de la creación, letra alfa de la existencia humana… Son grandes palabras, sobre todo cuando se cree en ellas y no devienen meros terminillos de ocasión para cumplir la coyuntura periodística de una efeméride como la del 8 de marzo; pero —pese a su tamaño— no resumen todavía cuánto entraña la mujer: porque resulta más recomendable verificar su significado menos desde los conceptos que desde las certezas.

De sí todo depende y con ellas nada pierde su sentido. Llevaron o llevarán en su vientre la mayor razón de todas, la de la vida, y representan el pilar sobre el cual se sostendrán la mayoría de las estructuras emocionales, morales o de cualquier índole montadas por la especie. No habrá problema al parecer irresoluble para los hombres que no encuentre vías de aplaque o encauce por su obra. Gracias a la mujer la humanidad no ha estallado en pedazos y el mundo no se ha hundido completamente en el cieno de su incontinencia.

Por consecuencia, quien las minusvalora no acusa miopía; sino ceguera.

Quien las agrede, comete el peor crimen de los crímenes, luego del de atacar a sus propios hijos o padres. Sin embargo, aunque guarde notable distancia de los abusos genéricos cometidos en una Iberoamérica donde se ha cebado la violencia masculina contra ellas en cuanto camina de siglo, la agresión contra el sexo femenino en Cuba no resulta ni tan inusual ni tan esporádica.

Si bien no adquiere los ribetes de flagelo, sí constituye un fenómeno agudizado a través de los años más recientes.

De forma desafortunada, entre los diversos vacíos informativos de la prensa nacional derivados de las políticas informativas del país, figura el de la carencia de exposición de las estadísticas de agresiones físicas de amplio espectro y de las conducentes a la muerte de la mujer en el plano doméstico u otros.

No se trata de hacer un llamado anacrónico aquí a revitalizar la crónica roja neocolonial, sino de abogar por permitir que sea constatado para los lectores del presente y del futuro una amarga realidad lacerante en este entorno social; amén de asumir nosotros una necesaria e inevitable labor denunciatoria, profiláctica y educativa (desde el ejemplo del hecho concreto, no sobre la base retórica), tarea que puede ser muy fervorosa a diversos rangos institucionales, pero que con el apoyo de los medios saldría mucho más fortalecida.

No es la primera ocasión que se escribe algo semejante en la columna ni en este periódico, donde nuestro primer reclamo en tal sentido fue publicado hace la friolera de 23 años bajo el título de Los violentos. No obstante, hasta el amanecer nada había cambiado. Continuamos sin plasmar lo sucedido.

A pesar de la falencia informativa continuada, visible lo mismo en el abordaje de los hechos que en el de la pena impuesta a los comisores, por diversas vías a los periodistas nos llegan estadísticas en torno a los casos reportados o cubiertos por la red asistencial y policial, tanto del país como del territorio.

Se están registrando mutaciones en la morfología de tales asesinatos, muchos de ellos pasionales y cometidos contra la propia unión formal o consensual, al punto de que algunos alcanzan expresiones de ensañamiento realmente monstruosas y hablan de la alevosía e insania de los perpetradores.

Debe ser una de las experiencias más dolorosas del universo criar a una hija desde bebita hasta adulta —con todo cuanto entraña ello de absoluta entrega, constancia, amor y años ofrendados—, para que un salvaje la desmiembre o apuñale hasta el cansancio.

Imagen oficial de la campaña El Valiente no es Violento.
Imagen oficial de la campaña El Valiente no es Violento.

El acto asesino es consecuencia de la recidiva del patriarcado, el machismo, la violencia e ignorancia (aquí, en terreno sociológico, no solo puede focalizarse a contextos o niveles educativos determinados; aunque sí predomina la escasa cultura e instrucción de varios agresores), combinada con una ecuación fatal de celos en ocasiones infundados o surgidos de la inseguridad masculina, deseos cuasi pueriles de posesión total, pautas de sujeción femenil al hombre reproducidas por el discurso audiovisual de telenovelas y video clips, malos códigos de conducta asidos a patrones callejeros de fortísima misoginia, alcohol, fármacos, cortedad de mente y falta de control para sofrenar el brote sico-patológico-emotivo que compele el crimen.

Las mujeres tienen el sexto sentido de presentir. Al menor indicio de haber trabado una relación con alguien capaz de agredirlas, deben cortarla de cuajo y, en caso de ser hostigadas, denunciarlo con agilidad e insistencia (y contar con sólido respaldo policial-penal). No esperar al cambio, porque el cambio nunca va a llegar. Cuando el sedimento de la violencia -golpes, forzamiento, abuso psicológico continuado- encostra ya nada podrá hacerse.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

2 Comentarios en “Agredidas

  • el 8 marzo, 2017 a las 11:08 am
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    No solo pasa en los campos y ciudades de Cuba, Tomi. También en Buenos Aires, Madrid, Miami, New Jersey, Helsinki, Vladivostok. Los repudiables crímenes contra las mujeres no conocen fronteras. En Cuba la expresión del fenómeno todavía es bastante menor, en comparación con otros sitios, gracias a la política de protección de la mujer implantada por el sistema socialista. Gracias por su comentario. Saludos del autor.

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  • el 8 marzo, 2017 a las 10:18 am
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    Los ataques a las mujeres se han puesto a una altura muy grande y eso no es un mal de países subdesarrollados es muy común en Norteamérica por el poco sentido del respeto hacia la pareja. A mi entender atacar a la esposa o la compañera -quien desarrolla la crianza de los bebé y las múltiples tareas del hogar- no lo llamo machista, lo llamo criminal, y pienso que las leyes deben consideralo como tal, no hay motivo para que una mujer sea maltratada si todos venimos de un vientre femenino, un hombre solo es nada. Cuando en una casa falta esa flor que se llama mujer falta todo, un hogar sin la presencia de la mujer es nada y digo la mujer porque trabaja mucho más que el hombre. ¡Qué vivan para siempre nuestras mujeres! ¡FELICIDADES EN ESTE 8 DE MARZO!

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