Abuelo cuenta de Jagua (I)
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El territorio aborigen de Jagua tiene la gracia de contar con leyendas de su cosmogonía; sumarle este encanto a su historia y a la imaginería de la tradición creada por los primeros pobladores, es el objeto de esta breve narración, que recorre distantes tiempos y argumentos para ofrecer referencias y personajes notables, algunos de ficción y otros reales, que vivieron en estos contornos casi olvidados durante tres siglos de colonización, antes de ser fundada Fernandina de Jagua, hoy Cienfuegos.
Para este relato de historia y leyendas me apoyé en la obra científica del arqueólogo cienfueguero Marcos E. Rodríguez Matamoros, Jagua Indígena, publicada por Mecenas en 2013, y en las contribuciones de otros amantes de la historia, como la compilación de memorias de Pedro Oliver y Bravo, Pablo Rousseau y Díaz de Villegas, Enrique Edo, y Florentino Morales.
Esperamos que sirva para recrear pasajes del conocimiento nacional y universal, destinados a lectores jóvenes y otros que se interesen por tener entretenidas referencias de los orígenes de estos pobladores de la parte central y sur de Cuba, próxima a cumplir 200 años.
Cuando en los alrededores de la bahía de Jagua solo vivían aborígenes, y los españoles empezaron a explorar a Cuba; justo durante el bojeo que Sebastián de Ocampo llevaba a cabo en 1508, uno de sus marinos, el famoso Joseph o José, desertó —dicen que se quedó en La Punta, llamada entonces Tureira— y se produjo el segundo contacto entre europeos y cubanos aborígenes en esta región.
El primero fue con Cristóbal Colón en su segundo viaje, catorce años antes, quien había nombrado Puerto de Misas a nuestra bahía. José debió ser gallego, al igual que la mayoría de los hombres de Ocampo, y con tanta suerte como para sobrevivir entre los nativos de entonces, con costumbres bien diferentes, pues según los cronistas españoles, eran siboneyes; pero de acuerdo con las características del colgante encontrado por el arqueólogo Marcos Rodríguez (en 1979) en Cayo Carenas, el trabajo artístico y mitológico corresponde a taínos. Esta antigua artesanía permanece en el Museo Provincial.
Se supone que José Díaz aprendió a pescar con maravillosos instrumentos de pesca que poseían los primitivos, y a cazar jutías en los frondosos bosques de entonces; quizá les enseñó a cultivar la tierra de manera diferente: en surcos, para cosechar la yuca o el maíz. Cuando estaba cansado y sediento, saboreó el rico y sagrado anón que le alcanzó una bella nativa de la comunidad. Debió ganarse la confianza y admiración de todos por su trabajo, y es muy seguro que aprendió el arahuaco, para hablar de su tierra de reyes en España y enamorar a la bella Anagueía, quien le ofreció el pan de yuca, el mamey y otras frutas locales. Tal vez de aquí surgió el refrán: “A falta de pan, casabe”.
Con Anagueía, José tuvo varios mestizos, y como la familia era numerosa, el gallego tuvo que hacer una construcción mayor, con varias camas, sillas y mesa al estilo de su país. Algunos pobladores que vivieron mucho después allí, crearon una leyenda sobre el raro castillo que fue su morada.
El autor es profesor de la Universidad de Cienfuegos.
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