Abogados de las tinieblas

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Todos los sistemas democráticos que en realidad velan por sus pueblos los instan a pensar. A tal calidad máxima solo se arriba sobre la base acumulativa de saberes culturales, gnoseológicos, dimanados en base fundamental de la lectura. Al comenzar el proceso social de 1959, Fidel le dijo a los cubanos: “La Revolución no te dice cree, te dice lee” y orientó reproducir miles de unidades de El Quijote, obra magna de la literatura española.

Pero los dictadores neoliberales que hoy, lamentablemente, desgobiernan dos grandes naciones de América Latina, como Argentina y Brasil, están en contra de la inteligencia, el pensamiento, la cultura, la lectura, la educación pública y todo cuanto pueda sacar a sus pueblos de la inconsciencia ideológica que los indujo a votar por ellos.

Ese par de excrecencias políticas llamados Mauricio Macri y Jair Bolsonaro conoce que a mayor capacidad para interpretar los fenómenos, mayor posibilidad para analizar e impugnar los grandes defectos del modelo neoliberal que ellos practican según los dictados directos de los organismos de control económico y financiero de Washington. Por eso, les convienen y son defensores a ultranza de las posturas más retrógradas, conservadoras y opuestas a esa claridad de discernimiento de los nacionales.

Abogados de las tinieblas, estos señores atacan ministerios de Cultura, televisoras, libros y hasta la historia misma de sus respectivos países, la cual el capitán Bolsonaro quiere cambiar y reescribir a partir de su realidad imaginaria de que “en Brasil no hubo dictadura militar, ni crímenes ni nada de lo ocurrido”.

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Lo último de Jair es su censura de los productos audiovisuales a concurso, los cuales no pueden hacer alusiones política o religiosas o referencia alguna a crímenes, droga, prostitución o pedofilia; como tampoco incluir escenas de desnudo o sexo explícito.

En su artículo La cultura bajo Bolsonaro (Página 12, Buenos Aires, 14 de agosto de 2019), Eric Neponuceno suscribe que “la medida refleja a medida exacta la concepción de un gobierno encabezado por un ultraderechista que no pierde oportunidad de reiterar no solo su desequilibrio como su más olímpica ignorancia. Bolsonaro y sus secuaces tienen a la cultura, la educación y las artes como enemigos a ser destrozados a cualquier precio y lo más rápido posible.

Enemigo de cualquier tipo de pensamiento, está decidido a imponer su voluntad sin medir esfuerzos o admitir límites. Sobran ejemplos. La inmensa mayoría de las universidades nacionales disponen de recursos para sobrevivir hasta el mes que viene. Las becas de alto nivel no tienen cómo sobrevivir a este agosto. No es que no haya una señal de luz en el horizonte: no hay horizonte. ¿Faltaba algo en la batalla del mentecato contra las artes y la cultura? Sí: faltaba restablecer una censura falsamente moralista y verdaderamente abyecta. Ahora ya no falta más. Bolsonaro, que dispara bestialidades a velocidad de un sheriff de las películas de vaquero, avisó: es necesario imponer un filtro en defensa de los valores familiares. ¿Cuáles son esos valores? Los que él y su clan de alucinados decidan”.

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Casi de forma paralela, Noam Chomsky, conciencia moral de la verdadera izquierda continental, escribía lo siguiente en el artículo Hoy más que nunca, Argentina (La garganta poderosa, Buenos Aires, 10 de agosto de 2019): “nada puede resultar más amenazante para sus fines (los de Macri) que liberar a las personas, emanciparlas, ayudarlas a pensar, invitarlas a desafiar o impulsarlas a preguntar las realidades que ningún jefe de marketing podría explicar. Pues todos los sistemas orientados a la dominación necesitan aliarse con los mecanismos de alienación, anular los cuestionamientos y convertir a la gente en robots obedientes. Aquí o allá, este tipo de gobierno sigue siempre un mismo guión: todo el presupuesto educativo transferido a la subordinación”.

Y concluía Chomsky: “No por coincidencia estos gobiernos antipopulares pagan increíbles campañas en redes sociales y apuestan a las aplicaciones que permiten promover las mentiras. Por eso entonces, debemos utilizar esas mismas herramientas para organizarnos de forma constructiva contra la opresión, porque solo así podremos resistir. Hoy más que nunca, necesitamos reunir a las buenas personas, reflexionar sobre los problemas y crear estructuras que nos permitan alimentar, abordar y superar en conjunto nuestros peores trances, nunca desde la resignación, siempre desde la acción, por adentro y por afuera de las redes”.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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