Abanicados con violeta de junio

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 19 segundos

La tradición de los abanicos como soporte de relatos visuales en Cienfuegos puede localizarse a mediados del siglo XIX ; tal cual se aprecia en uno de los más valiosos, encargado por Luis De Clouet para obsequiar a su esposa, Clara López de la Peña. Este ejemplar aporta la imagen de su Quinta Fernandina en San Cristóbal de La Habana, concebida por Federido Mialhe hacia 1846 para el Álbum de Cuba Pintoresca. Annia Alonso Araña desanda los tiempos en pos de recrear este útil de linaje oriental, que ha formado parte del ideario popular y le permite, gustillo de criollez mediante, fortificar la identidad con iconos de la arquitectura y el espacio natural cienfuegueros, desbordadas en su espíritu y presencia por la bahía y el aromático  café. Este última alegoría ha sido uno de los componentes más usuales en su legado inmediato y refiere la urgencia del diálogo y las potencialidades de este energizante para el acto de la comunicación.

Enverjados a la hora del café, abanico pictorialista de Annia Alonso Araña.

Ciudad con violeta, intitulado de la muestra, toma a la urbe como leitmotiv y el violáceo para compartir un estado de sensaciones, en el que deambula el aire colonial y/o neoclásico y aquella croma de transición con formas semicirculares, alusiva a la sabiduría, la creatividad, al poder, la estirpe y espiritualidad, una suerte de vertebral que entremezcla lo presencial con lo invisible, la realidad y las ilusiones, “El puente por el que cruzamos a la otra orilla de la vida, cambiando de dimensión sin desligarnos de ella” , al decir de las investigadoras M. A. Carrillo de Albornoz y M. A. Fernández.

Abanicos de la muestra Ciudad con violeta, de Annia Alonso Araña.

La Alonso acude a cuanto emblema le seduce del emporio local: cúpulas, vitrales, enverjados, obras arquitectónicas, sitios marinos… , recreándolos sobre el País (la tela que va acoplada a la baraja o esqueleto plegable del instrumento), dejándose arrastrar por una línea femenil  e inquieta, dibujística, oscilante entre lo documentativo y el abstractivismo. Terminantemente, consigue la armonía entre los  “realismos” y los códigos geometrizantes o informalistas. En medio de la orgía de trazos lineales emerge una rica paleta de colores (el verde, azul, naranja, rojo, amarillo y otros derivativos), aunque es el violeta quien mejor atrapa nuestra atención, si bien el valor negro tiene algún protagonismo, toda vez que favorece la precisión y destaque de las efigies; asimismo, la ganancia de un profundo simbolismo y expresividad. Estas soluciones le proporcionan a los antedichos relatos un ritmo sensato para solventar las planimetrías en la composición. Del mismo modo que, la yuxtaposición de imágenes aporta a la obra la ilusión  de perspectiva y los caballetes en miniatura consiguen cierta compostura instalacionista, fundamentalmente por la asunción del espacio.

Detalle de La iglesia de la catedral antes de la cena, obra de Annia Alonso Araña.

El empleo de la técnica del collage resulta un desempeño elogiable, toda vez que le permite ennoblecer las texturas de los motivos visuales, llegando a cimentar vetas cromáticas que proporcionan volumetrías a las representaciones, a diversificar la puesta visual.

Aunque hemos subrayado el recurso del abanico como soporte en diecisiete de las vistas que recrean los signos de la ciudad, no podemos omitir las diez pinturas enmarcadas que yacen, como el resto, en los muros de la sala transitoria del Museo Palacio Ferrer, justo a un lado del recibidor, que ofrecen variaciones de este complemento de moda. El conjunto de las obras no posee dimensiones semejantes. De hecho, la exposición cuenta con seis abanicos de gran tamaño, diríase que hiperbolizados, dialogando con un atavío de tipo abstraccionista.

A.A.A, finalmente, nos ofrece una brizna en torno al planteo del discurso de género. En este caso, desde la perspectiva femenina que traza un ideario o fabulatorio “paisajístico” gestado esencialmente por los hombres. Agradecemos, pues, este abanicar con violeta que nos conecta con la ciudad de sévres y los ardores de junio.

Vitrales de la nostalgia, abanico pictorialista de Annia Alonso Araña.

Visitas: 16

Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *