A la economía verde se la comió un lobo: el neoliberalismo

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En tiempos en que los grandes medios de difusión hacen alusión a Cuba como “Estado fallido” y hablan del “fracasado” sistema socialista, debía recordarse que lo que ha fallado a nivel planetario es el capitalismo, y dentro de los grandes fracasos la destrucción del hábitat a gran escala y el cambio climático global, a pesar de las propuestas de hombres de buena voluntad que en medio de las amenazas de crisis han propuesto soluciones paliativas, como la “economía verde“, la “economía naranja” y quien sabe de cuántos otros colores; dejando intacta la hegemonía del modelo capitalista neoliberal.

El término: economía verde, fue abordado por David Pearce, Anil Markandya y Edward D. Barbier en su libro Blueprint for a Green Economy (Anteproyecto para una economía verde) en 1989 y la definen como “un sistema de actividades económicas relacionadas con la producción, distribución y consumo de bienes y servicios que resulta en mejoras del bienestar humano en el largo plazo, sin comprometer a las generaciones futuras a riesgos ambientales y escasez ecológicas significativas. En 2009, después de veinte años de salir a la luz el libro, es aceptado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) a partir del concepto de los autores para dar respuesta a los cada vez mayores problemas medioambientales. Este programa aboga por la mejora del bienestar social, la lucha por la equidad en la sociedad, combatir la escasez y disminuir las amenazas al medio ambiente; promover un uso eficiente de los recursos, la disminución de las emisiones de carbono y la responsabilidad social; incrementar los recursos públicos destinados a la lucha contra las emisiones de carbono, así como la creación de empleos verdes y una apuesta decidida por la eficiencia energética.

Entonces ¿será posible que triunfe la economía verde dentro del sistema capitalista? Es dudoso y los hechos lo demuestran. No solo se corrobora al conocerse los eventos meteorológicos extremos que de manera casi simultánea han ocurridos en los últimas semanas: ciclones e inundaciones en lugares poco probables en pasadas décadas como Alemania que dejan más de 170 muertos; la intensa ola de calor que azotó a Canadá y parte de los Estados Unidos con elevadas temperaturas en zonas donde el clima es típicamente templado y que dejaron cientos de muertos; los múltiples incendios forestales que arrasaron California, Arizona y Obregón o los 54 grados Celsius que se registraron en el Valle de la Muerte en el desierto de Mohave de California, las segundas más altas registradas en el planeta que fueron de 57 grados Celsius en 1913, o las más grandes inundaciones ocurridas en los últimos mil años en China, que dejaron más de 30 muertos en la provincia de Hanan, siete desaparecidos y más de 200 mil personas evacuadas. No, esos no son los únicos hechos. Estos son de la muestra del desastre un botón. Lo transmitido por las tele emisoras, no cabe dudas, son imágenes dantescas,  espectaculares y dolorosas, quedando demostrado que de los efectos del cambio climático no se salva nadie; pero no son los únicos.

Otros hechos poco mencionados demuestran el cataclismo que se avecina si no se actúa a tiempo, como lo demuestra lo expresado el pasado año por el secretario general de la ONU, Antonio Guterrez, cuando decía que “La humanidad está en guerra contra la naturaleza y la biodiversidad está colapsando” reconociendo que se ha perdido la última década sin actuar. También se reconoce en los informes de las Naciones Unidas referentes a que no se logra disminuir la temperatura del planeta en al menos dos grados Celsius propuesto y al contrario se ha incrementado tres grados Celsius debido al impacto de los gases de efecto invernadero y de las emisiones de CO2. Se presentan imágenes impresionantes del deshielo de los casquetes polares y glaciares y de su impacto en la biodiversidad que allí habita o de los huecos de más de 50 metros de diámetro que han aparecido en la región de la Siberia; pero se habla poco de los responsables. Tampoco se menciona a los responsables de la pérdida de los bosques del planeta, la que según un informe de World Resources se incrementó en 2020 en un doce por ciento con respecto a 2019, y que se perdieron a nivel global un total de 12.2 millones de hectáreas de cubierta arbórea; de ellas, 4.2 millones corresponden a bosques primarios húmedos situados en los trópicos y que juegan un papel fundamental a la hora de reducir las emisiones de carbono en la atmósfera, liderando la lista de los más arrasados: Brasil y la República del Congo. Se habla poco de que los responsables de la destrucción de estos bosques son responsables, además, de la emisión a la atmósfera de un total de dos mil 500 millones de toneladas métricas de CO2 y de la pérdida creciente de la biodiversidad. Tampoco se comenta del impacto de las guerras genocidas imperialistas llevadas a cabo en todos los confines del planeta, las cuales han dejado desastres humanitarios y ecológicos en Siria, Afganistán, Libia, Irak o Yugoslavia, en nombre de “intervenciones humanitarias”. Ni siquiera insinúan que es dudoso que logre triunfar un modelo humanista como el que propone la economía verde dentro del sistema capitalista neoliberal, que promueve la deshumanización y se encuentra empoderado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Si fueran honestos se debían preguntar ¿cuál es el origen del cataclismo? ¿quiénes son los responsables? Para algunos tal parece que estos ocurren según las teorías del filósofo griego Aristóteles “por generación espontánea” y debido a la razón divina y a una entelequia; otros se refieren tímidamente a la Revolución Industrial pero no mencionan que esta representó el boom del sistema capitalista y algunos siguen promoviendo la economía verde, sin que reconozcan que esta fórmula de buena voluntad es solo una curita en el desastre. Hay quien hace responsable al “hombre”; pero no reconocen que estos hombres no son de manera individual la causa; sino que son víctimas de un modelo de desarrollo que apuesta por el consumismo y la desigualdad social.

El mundo sí debe apostar por una economía verde, pero dentro de un modelo diferente al fallido modelo capitalista neoliberal. Los desastres medioambientales ocurridos y las amenazas que nos acechan demuestran una vez más la vigencia de aquella frase del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la Conferencia Internacional sobre Medio Ambiente convocada por la ONU en Río de Janeiro en 1992: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”.

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Andrés Martínez Ravelo

Ingeniero civil. Miembro distinguido de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba.

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