“Enciende la imaginación y no dejes de ampararte en la vela”

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Jesús Delfín Benítez Vázquez es un hombre de convicciones casi religiosas. Para él, dice, “un poquito de entusiasmo vale toda la mercancía de un almacén”. Y, como ese, suelta un montón de axiomas que ya muchos quisieran colgar en sus muros de Facebook o en los estados de WhatsApp.

Pero a Benítez —como suele llamarlo casi todo el mundo— no le entusiasma tanto el ciberespacio y sí su pequeña finca San José, perteneciente a la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Antonio Maceo, del municipio de Cruces.

Allí, en 3,67 hectáreas (ha), cultiva día a día sueños y pasiones que lo embargan, y luego cosecha alimentos para su familia y el pueblo. “Tengo 2 hectáreas dedicadas al arroz, que después, en términos productivos, se multiplican, porque esta resulta una de las producciones que nos permite incursionar en la ciencia y la técnica”, comenta.

“Solos —agrega con aires de filósofo— no representamos nada en la vida, pero si nos asistimos de los técnicos, de la Universidad, aparecen nuevas variedades, útiles en segundas producciones o cosechas, sin necesidad de plantarlas y, al final, para beneficio del campesino y de la población”.

Este año, Benítez dispone de más de una hectárea dedicada a la semilla de arroz Perla de Cuba, cuya siembra espera repetir durante los meses de verano, de junio a agosto, pese a la escasez de agua que afronta desde hace algún tiempo.

Cuando comenzó no era así. Su finca, localizada en una zona baja de Cruces, se beneficiaba de las aguas que corrían desde el pueblo. La época de primavera representaba la bendición. Pero hoy, ante la profundidad del vital líquido, “debemos recurrir a turbinas sumergibles, porque las nuestras solo halan entre nueve y diez metros y, cuando alcanzan el límite, prácticamente echan muy poca”, apunta.

La experiencia de este guajiro lo ha llevado a trabajar con la tracción animal y otros recursos propios. “No me considero un hombre de pensamiento atrasado; soy un hombre de pensamiento actualizado. Ahora, creo que mientras pueda hacer con los bueyes, no tengo motivos para renunciar a la plantación de semillas ni a los rendimientos”, subraya.

Además de ser uno de los principales productores de arroz en el llamado Pueblo de los Molinos, Benítez asegura llevar dentro de sí la vocación de un pecuario. A los nueve años, antes de 1959, ordeñaba vacas junto a su padre y hermanas para pagar la tierra que le habían arrendado a la familia.

Tras el triunfo de la Revolución se formó como técnico en inseminación artificial y fue en los suelos de su “San José” donde logró estrenarse. “A mis 70 años puedo decir con orgullo que mi nieto, siguiendo la tradición familiar, inseminó también su primera vaca en la finca y, cuando terminó, me miró y dijo: ‘¡hágame las críticas maestro!’”.

De esas pequeñas cosas asegura vivir un tanto este campesino, cosido por la espiritualidad desde el sombrero hasta las botas. Quizás por ello le sea tan fácil sobreponerse a dificultades frente a las que otros ondearían su mejor banderola blanca.

Él es uno de los precursores de los secaderos de granos en Cruces, donde ya existen alrededor de 20. “Surgieron ante la necesidad de cerrar el ciclo de nuestras producciones. En seminarios del proyecto Cuba-Vietnam, nos mostraron secaderos muy sofisticados, con equipos a los que les tengo miedo por no saberlos manipular y, al salir de allí, mi cabeza empezó a responder a ciertas urgencias de los campesinos de la cooperativa”, explica.

Cómo construir uno que resolviera los problemas se convirtió en una interrogante complicada, incluso para Benítez. Hizo los cálculos del gasto de electricidad y no le daba la cuenta. Probó con el biogás, pero la masa ganadera de la cual disponía tampoco era suficiente. Y así, hasta que halló la solución en la leña, aprovechando los desechos de los aserríos existentes en el asentamiento.

“El mío seca durante 30 horas, con indicadores de humedad entre catorce y 18 grados. Los resultados de germinación son buenos, junto a los hechos de que humaniza el trabajo y garantiza un secado magnífico. Después de un día bajo el sol, no era fácil para ninguno de nosotros recoger arroz en las calles o en las placas de las casas. Otra ventaja fue de cara a la comercialización: Acopio comprueba la humedad de lo que le vendemos, pero ya de aquí igual sale medida y no hemos tenido  contradicciones”, afirma.

Jesús Delfín Benítez Vázquez  productor de arroz cienfuegos
La aplicación de la ciencia y la técnica constituye una de las grandes pasiones de este campesino./Fotos: Efraín Cedeño

Fruto de esta inventiva, Benítez presume de aportar casi cinco toneladas de maíz y de contribuir a la alimentación animal en épocas de grandes sequías. “Nosotros hemos secado cebolla, ajo, comida mojada a los ‘porcicultores’; por secar —bromea—, seca hasta ropa si la echamos”.

Malanga, boniato, frutabomba, calabaza, ají, complementan el resto de los cultivos de la finca San José, con el objetivo primario de garantizar el autoabastecimiento de la familia. En sus tierras mantiene también la crianza de conejos, codornices y otras 120 aves, los cuales alimenta sin tener que comprar un saco de pienso, solo con el potencial proteínico que brindan las plantas.

“Para cualquier productor —señala el viejo Benítez— sería un alivio contar con una reserva de alimento animal deshidratado, que mantiene sus propiedades durante nueve meses, antes que verse obligado a pensar si mañana llueve o no; algunos hasta rogando y encendiendo una vela para que llueva”. A esos, en horas sombrías para la agricultura del territorio, les dice: “Mira, enciende la imaginación y no dejes de ampararte en la vela si te satisface. Pero enciende la posibilidad de mirar con visión de futuro”.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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