30 de Noviembre de 1956: alborada de verde olivo en Santiago

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La alborada del 30 de noviembre de 1956 fue en Santiago de verde olivo, el color de los uniformes de unos 300 combatientes del Movimiento 26 de Julio, que usando sus brazaletes rojinegros y con muy pocas armas y demasiado coraje, levantaron a la población para atacar los lugares previstos. El objetivo, apoyar el desembarco de la expedición armada por Fidel en México.

Para aguardar la llegada del yate Granma, cuyo arribo se esperaba —según lo analizado entre Fidel y Frank País, jefe nacional de Acción del M-26-7—, para esta fecha por algún punto del sur oriental, se planificaron diversas acciones en toda la Isla, en los lugares donde hubiese condiciones. La intención era distraer la atención de las fuerzas armadas de la dictadura y facilitar el arribo. Pero el lugar donde Frank organizó la acción más importante fue en Santiago de Cuba. Allí hubo prácticamente un alzamiento popular, pues tal como ocurrió al año siguiente en Cienfuegos, el 5 de septiembre, el pueblo siguió a su vanguardia política  y la apoyó en todas las acciones.

Sobre los hechos de aquel 30 de noviembre, Frank relataría después: “La ciudad amaneció bajo un tiroteo general. Armas de todos los calibres vomitaban fuego y metralla. Ruido de los aviones enemigos volando a baja altura. Incendios por toda la ciudad.  El Ejército Revolucionario dominaba las calles. Los gritos de nuestros compañeros eran secundados por el pueblo.  La población entera de Santiago enardecida era aliada de los revolucionarios. Curaba a los heridos, escondía a los hombres armados, guardaba las armas y los uniformes de los perseguidos, nos alentaba. Era hermoso el espectáculo de un pueblo cooperando con valentía en los momentos más difíciles de la lucha”.

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Así el  Movimiento 26 de Julio, en complicidad con toda la ciudad santiaguera, actuó para apoyar el desembarco del “Granma”. Ese día cayeron tres hijos valiosos en Santiago: Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada. El alzamiento del 30 de noviembre era el puente histórico entre Santiago y el Granma. Fue una acción que contribuyó a devolver al pueblo la conciencia de sí mismo, estremeció al régimen y sembró esperanzas en el triunfo de la Revolución.

Sin embargo, el objetivo por el cual se desarrolló la acción, no cumplió su efecto. Debido al mal tiempo en el Golfo, a la sobrecarga del barco que llevaba 82 hombres cuando su capacidad era de doce, lo que hizo que nunca alcanzara la velocidad de crucero prevista, y tuvieran que achicar (sacar el agua que le entraba con cada bandazo) durante todo el viaje para evitar que se hundiera, y debido también a la caída al agitado y oscuro mar del piloto palmireño Roberto Roque —en cuyo rescate invirtieron varias horas, porque los reflectores del barco no funcionaron—, todo ello provocó que en vez de llegar el 30 de noviembre, lo hiciera el 2 de diciembre, con lo que al no coincidir el levantamiento popular con el desembarco, se perdió el efecto de la sorpresa y lejos de inmovilizar a las tropas de la tiranía, las colocó en estado de alerta.

Cienfuegos secunda la acción en Santiago de Cuba

Entre otros muchos lugares de la isla, también en Cienfuegos se previeron acciones de distracción, pero solo dos pudieron ejecutarse por falta de armas, que no las recibieron a tiempo, y otras circunstancias. Sólo un comando rebelde de la ciudad pudo provocar un incendio en el garaje de la empresa norteamericana Shell en la Calzada de Dolores. El botín que se obtuvo en el asalto a la armería de Melilla, al fondo del colegio de los Jesuítas fue nulo, en realidad se trataba de un taller donde el  “gallego” Melilla reparaba armas viejas y sólo se hallaron dos sacos con escopetas viejas, sin reparar.

El proyectado incendio del periódico El Comercio, propiedad de altos personeros de la dictadura, no se pudo ejecutar porque cuando se presentaron allí con los cocteles Molotov listos para ser encendidos y lanzados, los dos revolucionarios designados para esa misión observaron que en la planta alta de ese edificio ya estaban en sus aulas, o entrando a ellas, las jóvenes estudiantes de la escuela Primaria Superior allí radicada, y para no cometer un acto de barbarie, abortaron la misión. Luego fue muy tarde para realizar otro sabotaje porque el Ejército y la Policía ya estaba en la calle reprimiendo al pueblo.

La brigada de “Los Pelucones” no pudo cortar los cables eléctricos en Cuatro Caminos, pese a todos los intentos, antes de que llegara el Ejército. El comando de Palmira, que iba a realizar el asalto y toma de la Estación de la Policía local, aguardó el recibo de unas armas que no le llegaron y para no ser capturados se alzaron, o más bien se escondieron, desarmados como estaban, en los montes cercanos durante varios días.

La rápida movilización de las fuerzas represivas obligó también a abortar la toma de la estación de la emisora Radio Tiempo, mientras se desechaba la participación de los marinos comprometidos con el Movimiento 26 de Julio dentro de la base del Distrito Naval del Sur en Cayo Loco, quienes no pudieron moverse por el acuartelamiento sin previo aviso de ese mando militar.

En fin, que la participación cienfueguera en este día no resultó nada efectiva. No siempre puede obtenerse victorias inmediatas en la lucha contra los tiranos. Lo que hay es que persistir. Quedó la nueva experiencia y esa alegría de la movilización de una juventud dispuesta a todo en aras de la libertad.

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Andrés García Suárez

Periodista, historiador e investigador cienfueguero. Fue fundador de 5 de Septiembre, donde se desempeñó como subdirector hasta su jubilación.

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