27 de noviembre de 1871: Ignominia impune

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El crimen de los ocho estudiantes de Medicina en 1871, está basado en una historia de periodismo servil. Gonzalo de Castañón, director del diario La voz de Cuba, de La Habana había muerto en una patraña de abuso de cargo en la profesión.

Las hordas del coloniaje en esta Isla tuvieron lacayos que pretendían perpetuar el régimen de sumisión. El odio español por los jóvenes estudiantes de Medicina, a la postre fusilados, estalló por su presencia desenfadada en los alrededores de la tumba del periodista Gonzalo de Castañón.

El  servidor comenzaba sus artículos con la frase ¡Sangre y fuego! y predicaba siempre el exterminio de los cubanos para repoblar la Isla con nuevos españoles.

Su último acto fue un viaje a Cayo Hueso, Estados Unidos, para batirse con el director del periódico El Republicano que allí se editaba, quien le había salido al paso en términos que consideró injuriosos para La Voz de Cuba y su persona.

Pero las cosas no salieron como pensaba, y fue muerto a tiros el 31 de enero de 1870 en el hotel Russell House por el cubano Mateo Orozco.

Glorificado por los tiranos, su cadáver fue embalsamado y colocado en uno de los nichos del cementerio de Espada en febrero de 1870.

Los inocentes estudiantes de Medicina acudieron a ese sepulcro en espera de un profesor de Disección, y el desenfado juvenil los llevó a montar un carro de traslado de cadáveres: Eran ellos Anacleto Bermúdez, Ángel Laborde, José de Marcos y Juan Pascual Rodríguez. Por otra parte, un joven estudiante de 16 años llamado Alonso Álvarez de la Campa, tomó una flor que estaba delante de las oficinas del cementerio.

La historia de la Medicina en Cuba recoge que el guardia Vicente Cobas, mortificado porque aquel grupo de jóvenes había descompuesto sus siembras, hizo una falsa delación al gobernador político Dionisio López Roberts.

Dijo que los estudiantes habían rayado el cristal que cubría el nicho donde reposaban los restos de Gonzalo Castañón.

Federico Capdevila fue el abogado en el primer juicio de los 45 estudiantes de Medicina y los defendió con vehemencia.
Federico Capdevila fue el abogado en el primer juicio de los 45 estudiantes de Medicina y los defendió con vehemencia.

El gobernador político López Roberts se personó en la cátedra del doctor Juan Manuel Sánchez Bustamante y García del Barrio, quien impartía una clase de Anatomía descriptiva a los alumnos del segundo año de Medicina y quiso llevarse a todos detenidos, pero la rebeldía del profesor no lo permitió.

Tras este fracaso, López Roberts se apareció en la clase de Anatomía descriptiva que explicaba el doctor Pablo Valencia García a los alumnos del primer año de Medicina. En esta ocasión iba acompañado por el capitán de voluntarios Felipe Alonso.

Esta vez tuvo éxito y condujeron a 45 alumnos a prisión. Hacia la medianoche del domingo 26 y primeras horas de la madrugada del lunes 27 comenzó a funcionar el primer consejo de guerra que habría de juzgar a los 45 presos, condenados a las penas que imponía el código de haberse cometido en realidad la profanación.

Pero los voluntarios manifestaron pronto su inconformidad con esa sentencia y exigieron que se formara otro consejo de guerra aún más severo.

Ese segundo juicio llegó a fijar en ocho la cantidad total de víctimas, de las cuales las cinco primeras, le fueron fáciles de escoger por los sucesos del cementerio, los otros tres, seleccionados al azar.

Ellos fueron Carlos de la Torre y Madrigal, Carlos Verdugo y Martínez y Eladio González y Toledo. El segundo de estos estaba en su hogar en Matanzas los días precedentes.

A la una de la tarde firmaron la ejecución y a las cuatro, los inocentes fueron llevados al patíbulo y fusilados de dos en dos.

De sus restantes compañeros de curso, 11 fueron condenados a seis años de prisión, 20 a cuatro años y cuatro a seis meses de reclusión. Por la repulsa internacional al acto resultaron indultados en mayo de 1872.

La historia patria recoge el hecho como uno de los más horrendos crímenes y cada año los cubanos homenajeamos a las víctimas de aquel hecho de gran tristeza y dolor.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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