125 años de la muerte de José Martí: Sus sueños no duermen en el mármol

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El monstruo que tanto fustigó el Apóstol ahora lo mancilla, y callar envilece la cubanía, la que lo enalteció, la que nos enseñó.

El fundador del Partido Revolucionario Cubano impulsó la rebelión contra el imperio español aquí y sorteó grandes escollos en pos de la libertad. Desde su adolescencia le tildaron de infidente, cumplió seis años de prisión y deportado a España utilizó el tiempo en estudiar leyes y Filosofía, para regresar a Cuba y vincularse de nuevo a la conspiración.

Incansable luchador tuvo el destino signado por maltratos y castigos, nuevos destierros, sin embargo nunca cejó en sus empeños, y organizó en New York clubes revolucionarios.

Desde esa ciudad enviaba sus crónicas y artículos para publicarlos en reconocidos diarios de otros países como Venezuela, Argentina o México. El legado literario lo eterniza como precursor del Modernismo.

José Martí murió el 19 de mayo de 1895 en el transcurso de un combate de las fuerzas cubanas contra el ejército español. Parecía ser una jornada de regocijo para las fuerzas libertadoras aquel mediodía.

Era una emboscada en Dos Ríos con su flanco izquierdo protegido por el río Contramaestre, en el derecho, un bosque espeso, y al frente, por donde único podían avanzar las tropas mambisas se encontraba una cerca de alambres.

El empeño de los insurrectos por llegar a Camagüey, consolidar la Revolución y preparar las condiciones para la marcha rápida hacia Occidente, culminó con un fin trágico y de consecuencias nefastas para el futuro de la guerra: un disparo enemigo alcanzó a José Martí.

Solo un día antes, el 18 de mayo el Héroe Nacional escribía en la carta inconclusa a su amigo Manuel Mercado el verdadero sentido de su vida:

(…) impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.

Su herencia independentista no quedó inconclusa, sobrevivió pese a falsas repúblicas y contrariedades; sus sueños no duermen en el mármol de estatuas y monumentos en vano ultrajados, pues en el centenario de su natalicio una hornada de jóvenes rebeldes no lo dejaron morir.

Hoy su voz está con nosotros, su genio político, síntesis perfecta de la ética que debe orientar al hombre.

Tras su muerte, la lógica consecución de su vida, una eterna poesía de amor, entrega humana y consagración social.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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